Al borde del abismo

Ayer se vivió una nueva jornada de pánico en las bolsas mundiales. Los comentarios desde el Banco Central Europeo y Fondo Monetario sobre la situación actual mo deja casi ningún margen para el optimismo. La crisis de confianza vuelve a extenderse por toda la economía mundial. El riesgo de caer en una nueva recesión y de que algunos países europeos no pueden hacer frente a sus deudas ha hundido de nuevo las bolsas del continente y ha vuelto a disparar las primas de riesgo. En estos últimos días hemos comprobado que no solo en España hay gobiernos incapaces y manirrotos sino que este mal lo tenemos más extendido. Al hecho de que  nos hundamos nos quedaba la esperanza del rescate por parte de nuestros vecinos, ahora ni Francia ni Alemania están para echar cohetes. Solo faltará quien grite ¡¡¡Sálvese quien pueda!!!
Después de una segunda quincena de agosto bastante más tranquila que la primera, gracias sobre todo a la masiva monetización de deuda acometida por el BCE, parece que las tensiones y los miedos resurgen en septiembre. No es de extrañar: en cuatro años la economía mundial apenas ha corregido algunos de los muchos desajustes acumulados durante el falso boom económico anterior, mientras que los Gobiernos se han dedicado a dilapidar los escasísimos ahorros de los ciudadanos en proyectos que en nada han contribuido a afianzar la recuperación.
Esta nueva recesión es, en primer lugar, consecuencia directa de la forma en que el Gobierno abordó la crisis económica desde el primer momento. Zapatero, entonces no quiso ver aquellos datos ni aquellos análisis que le advertían de que lo que tenía que hacer era recortar el gasto público rápida y drásticamente. En medio de este colapso internacional de la confianza, nuestra economía se encuentra, desgraciadamente, en el pelotón de las que menor crédito merecen. Especialmente el sector bancario, que no ha hecho esfuerzos extraordinarios por sanearse y porque el sector público ha entorpecido todo lo que ha podido ese imprescindible proceso.
Y ahora, cuando un Ejecutivo responsable debería estar tomando medidas adicionales a toda prisa para que el pánico no nos engulla, estamos todos a la expectativa de unas elecciones que llegarán demasiado tarde con un gobierno haciendo ya las maletas y comprando billetes para Marte. Es simplemente desolador que, como ya sucediera a comienzos de agosto, el Gobierno cesante esté de brazos cruzados ante esta complejísima coyuntura y el candidato socialista sólo sepa amenazar a los inversores nacionales y extranjeros con subirles los impuestos. Nuestra clase política, en especial la socialista, ha logrado ella solita que nadie confíe en nosotros. Y eso, ahora mismo, nos coloca al borde del abismo.
Ahora metidos en campaña lo único que adivina a prometer Rubalcaba son nuevos impuestos para los ricos. dice que va a recaudar 2500 millones. ¡¡¡Si nuestra deuda ya supera los 100.000!!!. Como si esta retórica socialista de la lucha de clases fuera a prestar algún buen servicio a nuestra economía. Al revés, perseguir y penalizar el capital es perseguir y penalizar aquello que con más urgencia necesitamos ahora mismo: ahorro fresco para seguir saneando los bancos y las empresas, para crear nuevos modelos de negocio competitivos, para poder dar salida a todo el stock de viviendas, etc.
Desde que en 2008 se vino abajo el sistema financiero internacional, las mayores emisiones de deuda pública de nuestra historia no le hicieron ningún bien a la economía. Ahora, tres años después, nos encontramos con una economía que, gracias al dinamismo del sector privado, ha corregido una parte de los desajustes presentes en 2008 pero a la que se le ha añadido una deuda pública pavorosa.
La manera que hallaron los gobiernos para convencernos de que sabían lo que hacían, de que iban a arreglar las cosas en un periquete, de que podíamos arrojarnos sin miedo a los brazos del Leviatán, fue sustituir la burbuja inmobiliaria por la última de las burbujas que es capaz de soportar una economía basada en el papel moneda: la burbuja de la deuda pública.
Inteligentes ellos, nuestros políticos, obligaron a los bancos privados y centrales a que les compraran toda su deuda, pues así, nos juraban, conseguirían estimular la economía, relanzar el gasto y volver a crear empleo y ahora esos bancos se encuentran como con las subprime en 2008, sólo que en esta ocasión la deuda basura es la de nuestros gobiernos y, por tanto, si esta vez quiebran no habrá red que los rescate.

Comentarios

  1. Cerezo

    Mientras el psoe esté en el gobierno, estaremos en el borde del abismo, sino caemos antes.

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  2. H2o

    Al final todo se va a tomar por saco, y encima con el dinero de los pobres tirado a la basura y regalado a los bancos.

    La que se nos avecina es muchísimo pero que la Gran Depresión.

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  3. Antonio Barea Gallardo

    La leche, muy buen blog felcidades, he leido por encima, totalmente de acuerdo, un saludo también desde Alicante.

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  4. Alex Miranda

    quieren sostener el techo con la mismas vigas que produjeron la ruina...

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