Salir por piernas

El yerno más célebre de España, en cuanto ha visto una cámara, ha salido como alma que lleva el diablo. Se conoce que la crisis económica, moral, institucional, que nos aqueja, alcanza a la Corona y a sus allegados, que descomponen la figura en cuanto se ven en peligro.
Dicen que a la gente se la conoce cuando las cosas le van mal, y esta crisis vale para constatar de qué somos capaces los españoles cuando se nos jode el chiringuito. Urdangarín era más guapo y más alto cuando se dedicaba a sus “actividades privadas”, como llama él a sus sablazos en los desmentidos oficiales, pero luego se afea o se ridiculiza echando calle abajo o negándose a entrar en el juzgado por su pie.
La calidad de nuestro tinglado constitucional o el nivel de nuestra democracia se mide por el de su justicia y, dentro de ella, por la compostura de sus reos. En España no teníamos imputados tan célebres desde el tardofelipismo, aquellos años judiciales intensos y variopintos en que el famoseo con poder daba el salto o hacía su paseíllo de las notas de sociedad a la crónica de tribunales. Aquellos reos de los noventa tenían más gracia o eran más enteros, y los hubo que hasta se encaraban con los chicos de la prensa o ponían cara de póquer, cualquier cosa antes que salir huyendo en plan robagallinas como un yerno cualquiera.
El Poder Judicial tiene razón cuando desmiente al suegro y nos explica que “todos los imputados no son iguales”. El imputado Urdangarín está en mejor forma física que el imputado Garzón, muy inflado de ambiciones y de vinos. A Garzón el tiempo y la influencia le han criado una tripa lustrosa y medio sindical, como un liberado de la justicia al que el Tribunal Supremo le ha hecho una reforma de agresividad extrema. El ex juez Garzón, precursor de Urdangarín en el sablazo nacional a la antigua, ha sufrido en sus carnes algo así como un ERE sin subvención o sin anestesia. Comprendemos su congoja y nos preguntamos cuál sería su marca en una carrera ante las cámaras del enemigo. Garzón corriendo por la calle Génova, que es una calle inclinada y con toxicidad de humos, sería un espectáculo penoso y una ridiculez que todos nos hemos ahorrado.
El poder igualador de la calle, con todos sus rigores e intemperies, es más eficaz que toda la retórica legal y política de los salones, de los decretos, de las ruedas de prensa en las que, mejor o peor, se finge el cambio de España. Por algo nuestros ministros, nuestros diputados y nuestros urdangarines del sindicalismo no quieren bajarse del coche oficial: para no tener que salir por piernas cualquier día de estos.
jpsVicedo.

Comentarios

  1. Manuel Rosa Recuerda

    ¡¡que vergüenza,salir corriendo como un tironero cualquiera¡¡-Temerle tanto a las cámaras no es nada bueno AHORA,cuando antes se las daba de modosito y honrado...........................¡¡QUÉ PAIZ¡¡

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  2. Carlos Alcaraz Checa

    como los galgos corre cada vez que ve una camara....

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  3. Logan Albatros

    no corras que es peor...tu precisamente no te puedes esconder bribon...

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  4. Marisa Menendez Rodriguez

    sale por piernas porque no supo sacar las manos

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