Rafting
Sin duda hoy las noticias de cada
día son las relacionadas con la economía. El sistema financiero y el préstamo o
rescate a la banca, son los ejes del siguiente artículo de Jesús Cacho en
Vozpópuli.
Un ejecutivo de un banco de
negocios comparó ayer la situación española con la de la balsa que se precipita
por un río de aguas bravas. Los tripulantes se aferran como pueden a los cabos
y aguantan las embestidas de las rocas, los chapuzones e incluso las
inesperadas inmersiones: se trata de respirar cuando todo el mundo parece a
punto de perder el aliento. Vale no ahogarse, en espera de que amaine la fuerza
de la corriente y el río bravo desemboque en una ensenada tranquila. España
sigue deslizándose a toda velocidad en pleno rápido. La semana pasada, cuando estábamos
a punto de asfixia, el Eurogrupo nos dio el respiro de esa línea de crédito de
100.000 millones. Mariano Rajoy apareció muy relajado el domingo por la mañana,
como si el torrente hubiera desembocado ya en la mar. Había dormido bien y por
la tarde tenía futbol. Albricias. Pero no había lugar para el relajo. La
tormenta no ha pasado. Seguimos en el vértigo del río de montaña. Se trata de
respirar y no ahogarnos.
Inútil debate, estéril, sobre la
naturaleza de lo ocurrido el sábado, rescate o línea de crédito, galgos o
podencos. La verdad es que España no ha podido recapitalizar su sistema
bancario con sus propios recursos y ha tenido que pedir ayuda a sus socios de
la eurozona, ayuda que, en buena lógica, no es gratis. Y en esto que llega el
lunes y nuestro gozo en un pozo. Y ayer martes, más de lo mismo. Prima de
riesgo por las nubes. Desconcierto. Estupor. ¿Qué está pasando aquí? Pasa que
España está donde estaba: en el hoyo de una deuda externa de tales proporciones
que es muy difícil, si no imposible, financiar con las rentabilidades que hoy
exigen quienes están dispuestos a seguir prestándonos su dinero. Hemos resuelto
un problema, cierto, el de la recapitalización de nuestro sistema financiero
–un asunto que amenazaba con llevarnos de cabeza a un credit crunch- y, a la
espera de la letra pequeña del acuerdo, se ha solventado de la mejor manera
posible. Pero la parte mollar del drama español, la deuda externa, sigue
intacta o casi. Y ahí nos duele.
Porque los mercados continúan
preguntándose cómo vamos a refinanciar esa deuda –emisiones de entre
120/160.000 millones de euros en lo que queda de año- con los mercados de
capitales de espaldas y con la ventanilla del BCE cerrada, hasta que Alemania
mande lo contrario, a las emisiones del Tesoro, ello teniendo en cuenta que los
bancos locales ya no van a poder seguir comprando nuestra deuda con la pasta
que retiraban de la barra libre de liquidez del BCE. ¿Qué ocurre? Que nuestros
eventuales prestamistas piensan que España puede llegar a tener serias dificultades
para pagar su deuda e incluso sospechan que, en un momento dado, podría verse
abocada al default. Y porque temen eso, exigen un tipo de interés leonino al
dinero que están dispuestos a prestarnos, una situación imposible de mantener
en el medio tiempo. Y lo piensan porque están convencidos, como tantos
españoles sensatos, de que nuestro Gobierno no va a ser capaz, no va a tener
redaños suficientes para acometer de una vez por todas las reformas
macroeconómicas que le exigen desde Bruselas para poder reducir el déficit
público al 3% no ya en 2013, sino en 2014.
El Gobierno ha perdido ya demasiado tiempo
Esa es la razón, en opinión de la
mayoría de los expertos, de lo que está ocurriendo estos días con nuestra prima
de riesgo. De nuevo nuestra clase política y su circunstancia. Eso es lo que
está pasando, que no es poco. En realidad es una enormidad, una especie de
Everest para un Gobierno que va camino de los seis meses en el poder y que
sigue intentando, a la manera del ilustre Zapatero, hacerse trampas en el
solitario.
La tarea por delante es enorme: subida de impuestos indirectos (IVA,
gasolinas, peajes, AVE), recorte del gasto en pensiones, en el seguro de
desempleo, en las plantillas de la función pública, etc., etc. Sacrificios
ingentes, con pérdida de nivel de vida para millones de ciudadanos y brutal
coste de imagen para el Gobierno de turno. Pero es lo que toca. Y no me diga
usted, Gobierno de la nación, que todo se hará a su hora, que acometerá la
tarea en los PGE para 2013, porque ha perdido usted ya demasiado tiempo y cada
semana que pasamos en barbecho se alarga nuestra agonía y se reducen las
posibilidades de salir cuanto antes del pozo sin fondo en el que nos
hallamos.
O el Gobierno da un paso al
frente decidido en el terreno de las reformas, un paso capaz de convencer a los
mercados de que va en serio, o estamos abocados a la intervención, esta vez sí,
de los hombres de negro, y condenados a una década o más de miseria colectiva.
Por desgracia, da toda la impresión de que, en apenas unas semanas, esos
mercados han calado a Mariano Rajoy y su Gobierno allí donde tardaron años en
darse cuenta del gigantesco bluff que significó el señor Zapatero. La
improvisación, las contradicciones, los globos sonda, y esa cierta pereza
mental que se advierte en la política de comunicación del Ejecutivo son tan
obvios, que hasta fuera de nuestras fronteras se han dado cuenta de la pasta de
la que este Gobierno está hecho. Si a ello se le añade el problema griego,
estará perfilado el cuadro de nuestras incertidumbres. Lo dramático del caso es
que la mayoría de la población española sigue dispuesta al ajuste, resignada a
unas reformas que van a recortar su nivel de vida. Nuestra clase política, en
cambio, continua empeñada en administrar el melifluo lenguaje de la política a
quien, a bordo de la balsa y en pleno rápido, solo está intentado respirar para
no ahogarse.
CostaDor
ResponderEliminarSeamos claros y honestos.
Una deuda pública y privada de unos 4 Billones de Euros, es decir, una deuda de unos 80.000 euros por cada español, NO LA VAMOS A PODER DEVOLVER EN LA VIDA (es decir, antes de 50 años).
Eso es así y punto.
Sólo se puede hacer una cosa: aceptar esta realidad con humildad y empezar a redimensionar las estructuras de nuestras administraciones públicas para que se ajusten a lo que realmente somos, es decir, un país mediocre, del montón, formado por gente humilde y trabajadora en su mayoría, que está soportando a unos dos millones de parásitos que viven del erario público (aquí no están ni pensionistas, ni trabajadores de la función pública que aportan productividad y valor añadido con su trabajo honrado).
Si el Gobierno de España no empieza a ser consciente de esta cruda realidad, ya nos la impondrán desde fuera otros.
Mientras tanto, pan y circo, digo fútbol.
Demóstenes, desde la Costa Dorada (Reino de España).
newbary
ResponderEliminarRajoy es como los yonkis que en lugar de desintoxicarse piden una dosis cada vez mayor. Ya se sabe como acaban los yonkis.
E.M.M
ResponderEliminarespaña esta quebrada, y solo saldra adelante cuando se reforme el inviable modelo autonomico y se reduzca el numero de politicos, cargos puestos a dedo, liberados sindicales, asesores......
y cuando queden 3 bancos en españa.