Unos dias de camping en familia

Un padre describe con humor sus 'apasionantes' vacaciones familiares en un camping y nos identificamos con su testimonio

Entro en twiter y me he tropezado un hilo de twits con el relato de los apuros un padre de familia de vacaciones que me ha hecho recordar alguno de mis avatares de juventud, con aquello que no estoy acostumbrado. Vale la pena...






Después de varios días de retiro obligado, voy a describiros lo que fue una experiencia única, irrepetible, sorprendente, apasionante, divertida y trágica a partes iguales: unos días de CAMPING EN FAMILIA. 

No reírse de mí.

Ojo: no en bungalow, ni en caravana, ni en autocaravana, ni en mobil home. EN TIENDA DE CAMPAÑA DEL DECATHLON. De cinco personas. De las que se inflan y están montadas en un momento (pffffjajajajajaja).

Tengo que decir que yo llegué con mi familia ya instalada, ellos llevaban cuatro días allí. Así que el montaje corrió a cargo de mi mujer. 

Así, a primera vista, la parcela me parece minúscula, pero no le doy importancia. No solo es la tienda: hay una mesita con banco, un mueble cocina con fogón, cinco sillas, las bicicletas, la hamaca... vamos, un campamento gitano. 

Estaba oscuro y no vi nada, solo deciros que si llega a caer una tormenta, la tienda estaría ahora mismo en la mismísima cumbre del Aneto. Vientos sin clavar, estacas medio salidas, lona sin tensar... Así llevaban cuatro días.



Hora de cenar. Todo oscuro. Nos iluminamos con dos farolillos que iluminan más si están apagados. Me pongo un frontal. Empiezo a hacer la cena. El fogón no chuta. Está a tope y podría poner la mano encima sin quemarme.



Después de varios minutos el aceite empieza a crispar. Tiro nuggets de pollo. Como si los tirara en agua. Los miro fijamente y les digo: haceos, cabrones. Al final los saco todos blandengues. Es lo que hay, niños. "Esto da asco".

Aceitito hirviendo por mis pies. Un regalo de bienvenida. Mi grito se oye en todo el camping. "Ay que no lo había visto". "Joder no hace falta verlo". "Ven que te pongo algo". "NO ME PONGAS NADA. NO ME TOQUES".

Ya no ceno. Mi pie dentro de un barreño con agua helada. Son las once de la noche. Todavía hay que fregar cacharros, en la lavandería, que está en el quinto cojón. Yo paso. Va un niño. Vuelve con los cacharros más sucios.

"A dormir, niños". Entran en la tienda arrastrando pinaza, tierra, plantas, de todo. "Que os quitéis los zapatos". Todo lo digo tarde. Se tiran en los colchones. Cachondeo. "Tengo pipi". "Yo sed". "Yo caca". "Quiero la tablet".

Mi cigarro tardará en llegar. Viajes a los lavabos. En el quinto cojón también. "Mead, malditos, que como me despertéis a medianoche con pipi o popo os va a acompañar el lobo salvaje que hay en el camping y come niños".

"¿Cómo les dices esas cosas?". "¿Qué cosas? Si se están riendo". La pequeña llorando. Pero llora de emoción.

Ahora sí, a la choza. Todos ahí tirados como atunes. El desorden y caos es patente. Cada uno duerme tal como ha caído. Yo me voy a fumar. Hay mosquitos y una lechuza. Y grillos. Muchos grillos.

Apago el cigarro porque los mosquitos me están devorando como si fuera un bistec. Me meto en la tienda. Bien. No hay sitio. Todos esparcidos. Al final me hago con un rinconcito. Ahí, acurrucado. Como un gato. No duermo.

Oigo ruidos. Animales, viento, ramas... no sé, RUIDO SALVAJE. Pasos. Oigo que alguien escarba en la basura, un oso pardo o algo, no sé. ¿Os he dicho que no había cobertura?

Miro mi móvil. Solo puedo mirar el calendario, sin conexión. Me sé todos los días hasta 2056. Al fin clarea. Llega el momento más terrorífico:

Salir de la tienda hecho una mierda, despeinado, con legañas, con la cara marcada por el cojín, y decir buenos días a todos los que me encuentro de camino al baño público. Con mi neceser todo chulo.


Entro en el baño: hay cola para los lavabos. Espero. Al fin uno libre. Me aseo con dos personas al lado que no he visto en mi vida. Esto es muy desagradable. Mientras tanto, oigo los pedos del que está en el inodoro.

Por fin acabo. Me siento nuevo. De camino a la tienda encuentro a algunos zombies que van al baño, como yo antes. Les miro con cara de asco. Yo hace un momento era así.


Los niños roncan todavía. Me hago mi café. Tarda en salir y mientras tanto veo la basura desperdigada. Recojo. Al fin oigo el chup chup del café y es música celestial. Empiezan a salir niños de la tienda. DEJADME.

"Quiero leche", "quiero colacao", "quiero crusán", "tengo pipi", "me duele la barriga", "quiero piscina"... QUE ME DEJÉIS VIVIR.

Me tomo el café con los niños revoloteando a mi alrededor. De repente llega un coche. Se bajan y vienen hacia mí. Algo pasa.

"Hola, buenos dias". "Hola". "Perdona, es que esta parcela es anual y es nuestra. Va de aquí a allí. Esa es la caravana". Busco a mi mujer con la mirada. Se escabulle.

¿Os dije que la parcela me parecía pequeña? Pues eso. Estábamos ocupando el rincón de una parcela con caravana. En plan okupas. A mi mujer le dijeron: al final del camino. Ella cogió un camino, el que quiso.

"Disculpad, es un error". "Sí, sí, pero es que es nuestra, venimos a pasar el día y no cabemos". Vale. Tengo que desmontar. Todas las parcelas de alrededor mirando. Ya lo sabian y no dijeron nada. Cabrones.

Me pongo a llevar cosas a NUESTRA parcela. En el quinto cojón también. La tienda, sin casi piquetas. "¿Pero cómo has montado esto así?", le digo a mi mujer. "No sé, con los niños es difícil". Respuesta comodín.

Pues yo con la tienda montada paseándola por medio camping. Me miran raro. Me voy llevando piedras, ramas, plantas, arraso con todo. La cuestión es llegar a mi parcela como sea y cuanto antes.

Una vez ahí la afianzo, esta vez con todas las piquetas y vientos. Ahora sí parece una tienda, antes parecía un toldo de gitanos. Es muy bonita, parece profesional y todo.

Pues ya me han dado las doce del mediodía. Cuando por fin me dispongo a ir a la piscina se pone a llover. Todos a la tienda. Barro, agua, goteras, "no te muevas", "estate quieto", "no le pegues", "tengo miedo"...

Salgo a cocinar bajo la lluvia. Todo mojado. Macarrones y va que chuta. Por fin deja de llover. Comemos y a la piscina. Al menos ahí se está bien y juego con mis hijos. Con mis hijos y con todos los niños del camping.

Porque es meterse en la piscina y se te abalanzan todos los niños como si fueras un dragón simpático sobre el que cabalgar. "Ay cómo le gustan los niños", oigo. MÉTASE USTED, SEÑORA.

En fin, después de varios peligros de ahogamiento, salgo, me seco, me relajo. "Papá, ven, tírate". "Dejadme por favor, tengo frío. Compasión". "Ven, papá". Les da igual mi vida.

En fin, después de varios peligros de ahogamiento, salgo, me seco, me relajo. "Papá, ven, tírate". "Dejadme por favor, tengo frío. Compasión". "Ven, papá". Les da igual mi vida.

Hora de cenar. Esto es un bucle. Es un no parar. Vacaciones, jajajajajaja. Menos mal que los niños hacen amigos y desaparecen. A veces demasiado. Las once de la noche. ¿Y los niños?

Busco por todo el camping. Al final aparecen en una tienda de no sé quién jugando a las cartas. "Hola, ¿puedo llevarme a mis hijos antes de que salga el sol? Gracias".

Busco por todo el camping. Al final aparecen en una tienda de no sé quién jugando a las cartas. "Hola, ¿puedo llevarme a mis hijos antes de que salga el sol? Gracias".

¿Verdad que como nos anuncia en su primer tuit su experiencia ha sido "única, irrepetible, sorprendente, apasionante, divertida y trágica a partes iguales"?
Unos hilarantes días de camping, que podrían ser los de cualquier familia. ¿Alguien ha podido resistirse a reírse? Yo, al menos, no he sido capaz, aunque eso sí no me he reído de este padre, sino de mí mismo, porque el protagonista podía haber sido yo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La foto de la candidata de Podemos desnuda

Peligra la candidatura para la Agencia Europea de Medicamentos para Barcelona