Los silencios de Rajoy

Rajoy dio en el Congreso su discurso en el debate de investidura. Ha hablado de reformas muy necesarias sobre la cuestión económica. Pero en su caso para hacer balance del discurso, es preciso atender no solo a las palabras, sino a sus silencios Tendremos que acostumbrarnos a hacer constante repaso sobre aquello que se calla. Y, aunque esperada, la sensación no puede ser más desasosegante.

Ha utilizado palabras grandilocuentes, como unidad y diálogo, pero dado el sesgo económico de su discurso, está claro que esas apelaciones a la unidad y al diálogo no estaban dirigidas a la sociedad civil, sino a los autodenominados "agentes sociales" y partidos. "Gobernaré para todos", ha dicho Rajoy, pero esa frase tan políticamente correcta, en el contexto de su discurso, parece no significar otra cosa que "no gobernaré pensando en aquellos que me han votado".

Se ha limitado a desgranar el futuro presidente una serie de medidas económicas enormemente positivas - desde la compensación de deudas entre empresas y administraciones, a la necesaria reforma laboral -, medidas que seguro devolverán a los mercados algo de confianza en nuestra Economía. Pero ahí se ha quedado. Eso ha sido todo. Lo demás - todo lo que no es Economía - no ha existido en su alocución, más allá de unas cuantas vaguedades que a nada comprometen.

No ha dicho el candidato a presidente ni una palabra sobre la corrupción y el tratamiento que se va a dar a sus responsables al parecer le basta con el castigo que han obtenido sus votos. Su frase de mirar hacia adelante es insuficiente, si la justicia sigue sin actuar de oficio al menos en los casos mas llamativos. No ha dicho el candidato a presidente ni una palabra sobre ETA/Bildu/Amaiur o la presencia de terroristas en las instituciones, ni sobre la derogación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, ni sobre el cumplimiento de las sentencias que deberían garantizar el derecho a estudiar en español en cualquier punto del territorio nacional.  

Olvidémonos a la luz de este discurso, de que Rajoy se meta en berenjenales como, por ejemplo, obligar a los sindicatos a financiarse con las cuotas de sus afiliados. "Habrá más transparencia en todas las subvenciones", ha dicho, pero las subvenciones continuarán existiendo… Tampoco ha querido Rajoy pronunciar palabra sobre la Ley del Aborto y otras leyes ideológicas del anterior gobierno, ni sobre esa herida sin cerrar llamada 11-M, ni sobre el grave problema de corrupción que afecta a toda la clase política, ni sobre cómo piensa garantizar la independencia de la Justicia. No ha realizado, en suma, ni el más mínimo guiño ideológico a su propio electorado.

La oposición apenas existió salvo los cuatro nacionalistas exigiendo que se hable de su territorio mas quien debería ser su oposición enzarzada en sus propias cuitas donde Rubalcaba estuvo mal, no merece comentario, sin apenas argumentos y que quizá por su catarro, su discurso mas bien parecía el un cadáver que acababa de levantarse de la fosa. Rosa Diez fue la única que consiguió sacarlo de quicio y aportó algo de sentido común a la demanda de la mayoría de los españoles sobre la reforma del sistema electoral y la regeneración del sistema político.