Bin Laden

Bin Laden

El ajusticiamiento por la vía rápida por parte de las fuerzas especiales norteamericanas de Osama Bin Laden como el mayor terrorista de la historia con miles de muertes en su haber ha despertado una oleada de patriotismo en Estados Unidos  y faltan palabras para describir el entusiasmo que se vive, de la manera más espontánea y alegre, en las calles, en las universidades, en los comercios o en los estadios. La convicción de que se ha hecho justicia ha quedado plasmada en infinidad de lemas que la gente del mundo occidental vocea con auténtico gozo.

Aquí, lejos de alegrarse de la desaparición de uno de los mayores asesinos contemporáneos, la cadenas de televisión se limitan a preguntarse quién será el sustituto del yemení en el imaginario de enemigos de los americanos. En la sexta con una noticia titulada "el nuevo Satán", desarrollan un ejercicio de demagogia que no se le habría ocurrido a nadie con la sindéresis mínima. Tras apuntar a Al Zawahiri como posible sucesor de Ben Laden y seguir sembrando el temor a la población, sienten que nadie que luche contra occidente, y especialmente contra Israel, puede adolecer de una causa justa. Para estos progres de guardería cualquier ataque contra Estados Unidos o Israel está justificado.

En nuestro país la muerte de Bin Laden ha despertado críticas por parte de aquellos que han estado siempre poniendo una vela a Dios y otra al Diablo en asuntos tan dolorosos como el terrorismo indiscriminado. Gaspar Llamazares, en su incontenible simpatía por la subversión violenta propia de sus raíces ideológicas, ha llegado al punto de calificar de terrorismo de Estado la eliminación por los SEAL de Osama Ben Laden.

Estamos demasiado acostumbrados  a aguantar que una organización terrorista llamada ETA esté dirigiendo en algunas instituciones y financiarla con dinero de los impuestos, de tal manera que en este momento hay partidos y figuras de la política de la izquierda y del nacionalismo vasco y catalán que no paran de insistir en que la enésima metamorfosis de ETA ahora llamada BIRDU pueda presentarse a las elecciones, que cuenta con defensores que, históricamente, han llevado sotana e incluso báculo; que tiene muchos de sus miembros autores de cientos de asesinatos escondidos por todos los rincones del mundo a los que nadie piensa buscar y que, por encima de todo, desde las más altas instancias se sigue impidiendo que nadie se interese por saber toda la verdad de lo que ocurrió realmente el 11-M, cuyos autores intelectuales aún siguen en la sombra.

Por mi parte debo decir que la neutralización definitiva de la cabeza visible del terrorismo islamista global merece los mayores parabienes y ha de ser acogida con satisfacción por cualquier persona decente.