¿Baja el suflé y sube el ‘seny’?
El próximo 11 de septiembre se cumplirán dos años de la gran manifestación en el centro de Barcelona, convocada en principio para reclamar el concierto económico, pero que acabó convirtiéndose en el disparo de salida de una marcha hacia un referéndum de independencia. Durante estos dos años, la política catalana ha girado casi únicamente alrededor de este tema, fluctuando entre mareantes vaivenes, como en una montaña rusa, más dominada por la emoción que por la razón. Ello no es nuevo en la historia de Cataluña, más bien lo contrario: se trata de una constante.
Pasados dos años de infarto se ha estado contemplando como la única salida era abandonar el proyecto común de España que nos dimos hace varios siglos y construir un nuevo estado, cuando acabamos de darnos cuenta que el material empleado para sus cimientos es de muy mala calidad y todo puede a quedar en un deseo insatisfecho y un proyecto aplazado para el próximo siglo. Porque en estos dos años dedicados con frenesí a la construcción nacional apenas se ha avanzado. Las balanzas fiscales, de las que se deducía el famoso expolio de Cataluña, se han demostrado mal calculadas: España, pues, ya no nos roba. La sociedad catalana empieza a estar cansada de palabras vacías y tan pocos hechos palpables.
A propósito de esa fecha, uno de los intelectuales catalanes que más contribuyó al germen de lo que luego se convirtió en Ciudadanos escribe un lúcido artículo en El País que va mucho más allá de la refriega política diaria sobre la bajada del "suflé" independentista.
Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona se congratula en su clarividente articulo de El País de que, por fin, en Cataluña se haya llegado a un "punto de inflexión en este suflé soberanista" que está haciendo que los nuevos independentistas "rebobinen sus ideas".
Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona se congratula en su clarividente articulo de El País de que, por fin, en Cataluña se haya llegado a un "punto de inflexión en este suflé soberanista" que está haciendo que los nuevos independentistas "rebobinen sus ideas".
Hay cosas que a Artur Mas no le gustaría oír ni leer. A los medios catalanes podrá controlarlos, pero el resto ya empieza a avisar de un posible pinchazo en la Diada del 11 de septiembre. Máxime después del escándalo protagonizado por Jordi Pujol cuyos efectos apenas empiezan a notarse. El punto de inflexión podría ser la declaración inculpatoria de Jordi Pujol el pasado 25 de julio. Y ha entrado la gran duda... ¿no será que aquellos que nos están conduciendo por la compleja senda independentista, seguidores del gran líder, también nos están engañando? ¿Son estos los que tanto aman a Cataluña? ¿No será que también, como Jordi Pujol, tienen algo que ocultar o alguna ambición inconfesable por conseguir?
"Los argumentos a favor de la independencia se han ido desmoronando uno tras otro", proclama Carreras, que ha seguido colaborando con Albert Rivera. "Conforme pasaban los meses, aquello que parecía fácil, rápido y lucrativo, se ha ido revelando como algo muy difícil (si no imposible), complicado y económicamente perjudicial", añade.
Las balanzas fiscales han contribuido mucho a ello, en tanto que han derribado el discurso del "expolio de Cataluña". "Permanecer dentro de España es económicamente beneficioso y la ruptura supondría importantes pérdidas en el mercado peninsular. Desde un punto de vista financiero, la deuda pública de la Generalitat, a la que tras la independencia habría que sumar la correspondiente parte de deuda española, originaría un default de tal magnitud que convertiría a Cataluña en un Estado fallido", advierte el catedrático.
Tampoco era cierto que acceder a la independencia fuera "sencillo y rápido", ni que la mayoría de los Estados, especialmente los más cercanos, fueran a apoyar la causa catalana por "simpatía". Ni que una Cataluña independiente pudiera permanecer en la UE: "Dada su condición de Estado nuevo, quedaría fuera de la UE, cuando menos durante un largo periodo de tiempo", recuerda.
Ni, por supuesto, que Cataluña haya sido alguna vez en la historia un Estado independiente, "ni tampoco ha resultado perjudicada en los últimos 300 años", "Sino, al contrario, la prosperidad de la Cataluña moderna se basa, entre otras causas, en la pérdida del monopolio de Castilla en el comercio con América y en la política industrial proteccionista: más bien fue el resto de España quien salió perjudicada", remacha Carreras.
El 11 de septiembre en las calles catalanas se comprobará si lleva razón el que el suflé va desinflándose.
"Los argumentos a favor de la independencia se han ido desmoronando uno tras otro", proclama Carreras, que ha seguido colaborando con Albert Rivera. "Conforme pasaban los meses, aquello que parecía fácil, rápido y lucrativo, se ha ido revelando como algo muy difícil (si no imposible), complicado y económicamente perjudicial", añade.
Las balanzas fiscales han contribuido mucho a ello, en tanto que han derribado el discurso del "expolio de Cataluña". "Permanecer dentro de España es económicamente beneficioso y la ruptura supondría importantes pérdidas en el mercado peninsular. Desde un punto de vista financiero, la deuda pública de la Generalitat, a la que tras la independencia habría que sumar la correspondiente parte de deuda española, originaría un default de tal magnitud que convertiría a Cataluña en un Estado fallido", advierte el catedrático.
Tampoco era cierto que acceder a la independencia fuera "sencillo y rápido", ni que la mayoría de los Estados, especialmente los más cercanos, fueran a apoyar la causa catalana por "simpatía". Ni que una Cataluña independiente pudiera permanecer en la UE: "Dada su condición de Estado nuevo, quedaría fuera de la UE, cuando menos durante un largo periodo de tiempo", recuerda.
Ni, por supuesto, que Cataluña haya sido alguna vez en la historia un Estado independiente, "ni tampoco ha resultado perjudicada en los últimos 300 años", "Sino, al contrario, la prosperidad de la Cataluña moderna se basa, entre otras causas, en la pérdida del monopolio de Castilla en el comercio con América y en la política industrial proteccionista: más bien fue el resto de España quien salió perjudicada", remacha Carreras.
El 11 de septiembre en las calles catalanas se comprobará si lleva razón el que el suflé va desinflándose.
Alberto Olivera Muxí
ResponderEliminarA estos no hay quie les baje del Burro