El Senado, cementerio de elefantes
El Senado es una institución cuya verdadera función resulta incomprensible para la mayoría de los españoles y cuya inerte y simple continuidad, sin modificaciones ni utilidad alguna, resulta escandalosa, especialmente en una época en la que el Gobierno somete a los ciudadanos a sacrificios e impuestos cada vez mayores. Si a esa situación de fondo le añadimos los datos que revelan la dedicación de muchos de sus miembros y los recientes y archirridículos episodios de traducción simultánea –fruto del empeño de algunos senadores por marcar distancias con la lengua común fingiendo no entender otra que la propia–, no tendremos otro remedio que reconocer que la persistencia del Senado es una muestra más de la reconocida insensibilidad de los políticos ante los problemas y dificultades que amargan la existencia de los ciudadanos comunes.
Nuestro Senado tiene pocas funciones y las que tiene suelen estar
subordinadas al Congreso. En relación al control del Gobierno, sólo pueden
formular preguntas, interpelaciones y mociones: ni participa en la elección del
presidente ni tampoco, por tanto, puede interponer mociones de censura ni
cuestiones de confianza. En relación a la función legislativa, aunque puede
enmendar leyes previamente aprobadas por el Congreso, tales enmiendas pueden
ser rechazadas por este. En igualdad con el Congreso, el Senado está facultado
para designar determinados altos cargos y, en cuestiones puntuales y menores,
disfruta de alguna competencia que no tiene la cámara alta. En todo caso, en el
Senado dominan los mismos partidos que en el Congreso y son estos quienes, en
definitiva, adoptan las decisiones.
Puede decirse que el senado no es nada mas y nada menos que
una fuente de corrupción política donde se aparca o premia a aquellos políticos
que normalmente no podrían estar ya en la política den activo y se les dota de
este caro decorado de cartón piedra para mantener un status o conseguir un doble salario.
De los 266 parlamentarios del órgano, 148 declaran tener
otras ocupaciones. Otros 41 desarrollan actividades privadas y Sólo el 44% se
dedica en exclusiva a la Cámara Alta. Fueron votados por los ciudadanos o por
los Parlamentos autonómicos para que les representen en el Senado pero menos de
la mitad se dedica a ello en exclusiva. La mayoría de los 266 senadores que
componen la Cámara Alta en esta legislatura tienen otras ocupaciones, ya sea
como cargo público en otra administración o entidad o desarrollando actividades
y negocios de ámbito privado. En concreto, son sólo 118 los senadores que en su
registro de intereses, actividades, bienes y rentas no declaran tener otra dedicación.
El resto, o bien tiene un puesto en otra administración
–autonómica (muchas leyes regionales obligan a que parte de sus senadores sean
diputados autonómicos), provincial o local– o bien tiene ocupaciones privadas.
Los parlamentarios con otro cargo público son un total de 107. En su mayoría
son concejales, alcaldes o diputados provinciales o autonómicos, aunque también
hay consejeros de cabildos y miembros de otros entes públicos. De los 159 cuya
única ocupación en la Administración es el escaño de la Cámara Alta, 41
reconoce participar en otros menesteres que no tienen que ver con el servicio
público.
En su mayoría estas actividades son el ejercicio de sus
profesiones de carrera –abogacía, medicina, docencia, arquitectura, etc–, aunque
también son varios los que se dedican a dar conferencias y clases magistrales
en universidades, en su mayor parte convenientemente remuneradas.
Además, no son pocos los que también tienen un puesto de
relevancia en el organigrama de su partido. Este es el caso, por ejemplo, de
Javier Arenas –vicesecretario general de Política Autonómica del PP– o de Tomás
Pedro Burgos –coordinador territorial popular–.
En los últimos años el Senado se ha convertido a menudo en
el último refugio de los políticos veteranos. Ahí acabó su carrera, sin ir más
lejos, Manuel Fraga, fundador del PP y padre de la Constitución. Actualmente, rostros conocidos que tuvieron un papel
relevante en la primera línea hace un tiempo ocupan un escaño en la Cámara
Alta.
Ejemplos de ello son
el nacionalista vasco Iñaki Anasagasti; el ex presidente de la Generalitat,
José Montilla; el ex presidente de Baleares, Francesc Antich, o el ex
presidente de Aragón y ex secretario de Organización del PSOE, Marcelino
Iglesias. Pasados sus años de plenitud en la política y relegados a un segundo
plano en sus partidos, todos ellos disfrutan de este retiro dorado en la Cámara
Alta.
El Senado es también
escenario del aterrizaje en el terreno del servicio público de personas con
cierta celebridad que hicieron carrera alejados de la política. Esta
legislatura hay ejemplos como el de la atleta palentina Marta Domínguez o el ex
maratoniano Abel Antón, ambos del PP.
El hecho de que buena parte de los senadores no se dediquen
en exclusiva a sus funciones en la Cámara Alta y que el papel de esta sea
totalmente secundario en la política española ha hecho que se plantee la
reforma integral del organismo, en lo que ya está trabajando su presidente, Pío
García Escudero. A la espera de que se conozcan las propuestas, no han faltado
las voces que directamente piden suprimir el Senado y con ello ahorrarle al
Estado un pellizco de su gasto.
A cada parlamentario
de la Cámara Alta le corresponde un sueldo de 39.382 euros anuales. A este
salario se le añade la indemnización por gastos de desplazamiento y
manutención. Para los senadores que residen en Madrid el importe de esta última
prestación es de 869 euros mensuales. Para los de fuera de la capital, de 1.822
euros.
.
Así podemos encontrar abundancia de alcaldes, numerosos y
distinguidos miembros de los distintos aparatos políticos nacionales,
autonómicos y municipales, pero también políticos importantes, que todavía se
las arreglan para no descuidar las importantes funciones que les atribuye la
Cámara. También abundan los que se dedican a sus actividades privadas, que no
tienen que ver con el servicio público, aunque, naturalmente, sin renunciar a
ninguna de las ventajas de su doble posición en la vida.
Otra especie que empieza a pulular por los pasillos
senatoriales es la de los antiguos presidentes de comunidades autónomas y, más
en general, la de las figuras de cierta notoriedad en retirada de la vida
pública, como fue el caso, especialmente notable, del recientemente fallecido
Manuel Fraga.
El que fue hasta hace bien poco presidente de la Generalitat
de Cataluña, señor Montilla, también ha decidido ofrecer a todos su experiencia
en arruinar comunidades que podrían ser florecientes. Es evidente que no
necesitamos este Senado, que no nos sirve para nada y que debería ser
eliminado, o, al menos, reducido en su tamaño y completamente reformado a la
mayor brevedad.
Miguel Fernández
ResponderEliminarYo creo que una persona que tiene dos ocupaciones (a menos que estas se definan como a tiempo parcial), o no hace nada en una de ellas, o no hace nada en las dos y la única ocupación que tiene en la que no le ocupa es la de cobrar. Hay otro
s muchos "cementerios" (para vivillos): consejos de administración de entes, fundaciones y empresas estatales, consejo de Estado y de cada comunidad autónoma.... Parlamento Europeo, etc., etc..
Maria Gloria Arnillas Marin
ResponderEliminarsobra totalmente
Rafael Velon En cierta ocasión me invitaron a comer en el Senado, allí pude comprobar como hay despachos de senadores en los que "NUNCA" se sentó el senador a quien estaba asignado!
ResponderEliminarPara colmo uno de los bedeles, me confesó que había todavía algún senador al que ni siquiera conocía!
Como anécdota diré que el comentario del bedel fue; el único que abre cada día el Senado y que llega casi antes que nosotros es Don Manuel Fraga.
Cada día llegaba puntualmente y revisaba la prensa para estar al día de todo, después despachaba las visitas o por teléfono un sinfín de temas que a él le sobraban y que los demás ni miraban!
Yo abogo por la modificación del Senado y que vuelva a tener competencias o por su desaparición!
Como está actualmente es una verdadera aberración y nos cuesta un riñón!
Personalmente y dada su situación, lo sacaría a subasta pública para viviendas. Con el dinero obtenido intentaría sanear la justicia que es lo que peor funciona!
Un país en el que no hay justicia es un país en extinción!
La muestra ya la tenemos mirando a nuestro alrededor!
Estamos totalmente carcomidos!
Mi esperanza en Ruiz Gallardón se va diluyendo! (si es que me queda alguna).
Mari Carmen Garcia Mora
ResponderEliminarNo lo quitaran jamas, porque saben que muchos acabaran ahí.
Santiago Nuevo
ResponderEliminarsi hubiera vergüenza,sería uno de los primeros organos a suprimir,y que dejen ya el cuento de la supuesta reforma,que nunca va a llegar..