La caída de Roma

Al “Cavaliere” apenas le faltaba, pues, el empujoncito que, piadosos como suelen, van a proporcionarle los mercados. O presentar la dimisión de grado, o someterse al trance siempre humillante de verse desalojado del poder a la fuerza,  le ha llegado su hora, ha caído víctima de la crisis, de los mercados, de La Europa intransigente, de sus “bellinas”… yo que sé…va a seguir el camino de  todos los mandatarios presuntuosos, tramposos, vagos y embusteros que han gobernado los pueblos “Pigs” de Europa. Grecia cayó ayer, Portugal e  Irlanda, hace unos días,… y ahora Italia… Casi tan fatalistas como nosotros, los italianos suelen decir que si su Estado aún se mantiene en pie, es solo porque ni siquiera tiene fuerzas para caerse…y Francia viene detrás.
La semana próxima será Zapatero quien abandone la plaza con silbidos del respetable como mal torero que es. Él va a caer como fruta madura con sus delirios, igualdades y memoria histórica y se irá a León a contar las estrellas, pasando rápidamente al olvido. Tuvo visión de la jugada y se propuso el 20 N como fecha límite a la que este país podía resistir sin necesidad de tomar medidas, tensando la cuerda hasta la náusea para que sea su sucesor quien tenga que enfrentarse a indignados y sindicalistas. 
A Europa, si Dios no lo remedia, esta crisis le va a engullir uno a uno a cada uno de sus hijos y los historiadores dirán pasado el tiempo que lo que no puede ser no pudo ser y además fué imposible. Desde los políticos reunidos en Cannes para hablar de la crisis de deuda europea hasta el propio Rubalcaba han encontrado un clavo ardiendo al que agarrarse. No se entera de la película. Él dice que la solución es aplicar a la vez austeridad y políticas de estímulo fiscal. En términos más sencillos, que lo que hay que hacer es gastar menos, pero a la vez gastar más. Lo siguiente será aprender a soplar y sorber al mismo tiempo. No dice en sus mítines que ha sido su propio partido quien ha convertido la maquinaria del Estado en una herramienta en quiebra, incapaz de hacer frente a sus compromisos y a un paso de la desaparición por colapso e insolvencia.
Y en Europa todo el mundo se da cuenta que esto revienta por todas las costuras ante la creciente desafección de los ciudadanos, parece que nadie se había percatado que una reunión de mercaderes nunca podrá convertirse en una gran nación, donde les sobran los intereses y le faltan principios sin otra visión de futuro que no sea la rentabilidad. Al cabo, en la política como en todo lo demás, la nuestra es una época de pigmeos. Son malos tiempos, con el personal infectado de derechos inocuos y sin ganas de ningún sacrificio dirigidos por funcionarios acomodaticios y cortos de vista. Una era de pequeños arribistas, donde resultan impensable puedan surgir los grandes hombres capaces de arrastrar tras de sí y llevar a la victoria a todo un pueblo que está ya previamente derrotado. No veo tampoco a Mariano Rajoy en este papel.

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