Torrent se pone al frente de un golpe de Estado en marcha



Emboscado hasta ahora tras una máscara de falsa moderación, Roger Torrent se descubrió ayer como el nuevo impulsor del golpe institucional iniciado por Artur Mas en 2012 y continuado por Puigdemont, Junqueras y Forcadell en la anterior legislatura. Tal y como reflejó el viernes el juez Pablo Llarena en su auto de procesamiento, nos encontramos inmersos en un movimiento secesionista en marcha que va cambiando de líderes en función de sus necesidades políticas. Procesados, encarcelados o fugados quienes lideraron la anterior embestida en favor de la independencia organizando el ilegal referéndum del 1-O, el presidente del Parlament se ha puesto a la cabeza de los golpistas haciendo un llamamiento a crear un frente «unitario y transversal» para seguir desafiando al Estado, a sus instituciones democráticas y a todos los españoles.

Tras el encarcelamiento de Jordi Turull a instancias del Tribunal Supremo, a Torrent no le quedaba más remedio que suspender la segunda votación de investidura, para no cruzar la línea roja que fijó el Tribunal Constitucional cuando estableció la obligatoriedad de que el aspirante a presidir la Generalitat deba estar presente en el debate. Sin embargo, decidió forzar el reglamento y convertir el Pleno en un plató con derecho a mitin que tanto los independentistas como los comunes aprovecharon para arremeter contra el Estado de Derecho. Frente a las anacrónicas y demagógicas referencias a la Guerra Civil hechas por miembros de la CUP y de ERC (¡No pasarán! y consignas por el estilo), Arrimadas volvió a destacar con un discurso lleno de coherencia y sentido común. La líder de Ciudadanos reprochó a los independentistas que hayan actuado como si disfrutaran de «inmunidad e impunidad» y creyendo que se estaban enfrentando sólo a Mariano Rajoy, cuando lo estaban haciendo a «una democracia del siglo XXI». Y ha concluido reclamando que acepten el fracaso de su proyecto para el que han sido incapaces de encontrar una salida en tres meses.

Lejos, sin embargo, de asumir su derrota y volver a la legalidad, Torrent ha escenificado en el auditorio del Parlament un acto que quedará para la historia de la infamia que están escribiendo los secesionistas. En un acto sin precedentes, el líder de ERC ha utilizado las instituciones democráticas para insultar e instar a combatir el Estado de derecho mediante la creación de un frente amplio que agrupe a todos los que estén dispuestos a romper el marco de convivencia de los españoles y la unidad territorial de España.

Su fanatismo nacionalista le ha llevado a pronunciar un agresivo discurso que bienpudiera haber sido el de un personaje de Orwell utilizando la neolengua e invirtiendo los valores de la democracia por los del totalitarismo. Para Torrent y para todos los que le arroparon, estamos ante un momento de «involución democrática», la legítima y ajustada a derecho resolución del Supremo sería un ejemplo de «represión política» y un «ataque al corazón de la democracia» y los tribunales no estarían al servicio de la Justicia sino de un «régimen autoritario». Más allá de la utilización de un lenguaje más propio de un añejo miliciano revolucionario que de un representante de las instituciones del Estado, el contenido del discurso de Torrent es absolutamente falso. Ni Puigdemont ni Marta Rovira son «exiliados», sino políticos irresponsables que han huido para no hacer frente a las consecuencias de sus actos. Junqueras, Turull o los Jordis no están encarcelados por sus ideas políticas, sino porque el Tribunal Supremo los ha acusado de los graves delitos de rebelión y malversación de fondos. España, en fin, no es un Estado autoritario que criminalice las ideas política, sino un Estado de derecho garantista y democrático. Es intolerable que Torrent se permita arremeter de esta forma contra las instituciones con total impunidad.

Pero ayer también mostró su verdadero rostro populista, nacionalista y antisistema Xavier Domènech. El líder de los comunes se alineó con la violenta ofensiva independentista de Torrent y aprovechó su turno de palabra para acusar a Llarena de querer «apartar a dirigentes políticos de la vida pública» y afirmar que en España «no hay Justicia». Podemos ha dejado el doble juego que ha mantenido con la intención de captar votos en diferentes caladeros, para situarse en frente de la legalidad. Desde ayer es ya cómplice de los golpistas que continúan poniendo en riesgo la estabilidad y el bienestar de todos los ciudadanos, que asisten estupefactos a un golpe institucional que empieza a ser algo más que una farsa.

El Mundo - Editorial

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