El final de campaña que el PSOE merece

 


Ni en sus peores pesadillas los dirigentes del PSOE podían haberse imaginado un final de campaña tan desastroso como el que están viviendo. Si el escándalo de la compra de votos en Melilla ya suponía una primera conmoción en el electorado, todo lo que ha llegado después está siendo un terremoto y los de Pedro Sánchez han vivido un auténtico jueves negro al destaparse la multitud de escándalos que les afectan prácticamente en las cuatro esquinas del territorio nacional.


Níjar, Mojácar, La Gomera, Albudeite, Orihuela del Tremedal… son nombres que van a quedar entre lo más destacado de estas elecciones gracias a la falta de respeto del PSOE por la legalidad y la democracia.


La acumulación de casos que se está destapando a sólo unas horas de la cita con las urnas lanza dos mensajes igualmente terribles: el primero, hasta dónde no llegarán la corrupción y las trampas cuando se han podido destapar tantas y tan groseras; la segunda que, visto lo visto, resulta muy difícil no pensar que se trata de una práctica como mínimo tolerada dentro de la organización.


Es interesante también preguntarse de dónde sale el dinero para tanta corrupción, pues estamos hablando de cantidades importantes para localidades pequeñas que es obvio que no se pueden pagar con tarjeta de crédito o transferencias y facturas con IVA. Y, por otro lado, cabe preguntarse cómo iban a gobernar un ayuntamiento y qué iban a hacer para recuperar su ‘inversión’ aquellos que ya antes de llegar al poder están corrompidos hasta el tuétano.


Por si todo lo anterior no fuese suficiente, los escándalos de compra de votos o de alteración del censo no son los únicos que le están estallando al PSOE en este insólito final de campaña: un dirigente en Canarias ha sido detenido por una violentísima pelea y otro en Andalucía, nada más y nada menos que el número dos en la región, por su participación en un secuestro.


Muchos pensarán que es sorprendente ver a un partido enfangado en tantos delitos, pero en el fondo no lo es tanto: si algo ha demostrado el PSOE de Pedro Sánchez es el desprecio absoluto de la legalidad y su disposición completamente amoral a relacionarse con cualquier tipo de delincuente, incluyendo aquellos condenados por los peores crímenes. Del mismo modo, la sensación de impunidad que ha transmitido este gobierno con sus propios disparates judiciales –recordemos que hasta el TC ha declarado inconstitucional dos Estados de alarma y que los reveses legales de muchos ministros han sido constantes–, con su voluntad de ajustar el Código Penal a sus necesidades políticas y negándose a admitir cualquier responsabilidad, ni tan siquiera política, es el caldo de cultivo perfecto para que cualquier líder regional o candidato local crean que pueden permitirse lo que sea con tal de alcanzar el poder, que al fin y al cabo es lo que hace Pedro Sánchez.


Es de esperar que, al menos, esta sucesión de escándalos sirva para que toda España se dé cuenta por fin de qué es de verdad el PSOE, de la catadura ética de sus líderes y del riesgo que supone ese partido inmoral y delictivo para la democracia. Si alguien dudaba en votar o en a quién votar ahora nadie puede llamarse a engaño: hay que echar a los delincuentes.


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