Compra de votos

 


El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es bien conocido en la localidad almeriense de Mojácar, donde ha estallado el escándalo tras la detención de dos candidatos del PSOE implicados en una trama de compra de votos. Sánchez ha pasado muchos veranos en el pueblo donde, además de tener casa para pasar la época estiva, tiene «grandes amigos».

Curiosamente, ha sido en Mojácar, lugar habitual de veraneo del presidente del Gobierno hasta 2018, donde han sido detenidos por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil los números 2 y 5 de la lista del PSOE al Ayuntamiento durante una operación que trata de desmantelar una trama de compra de votos en la localidad almeriense. Bartolomé, un trabajador autónomo propietario de un comercio, es un relevante socialista de la localidad. Vizcaíno, por su parte, es un conocido hostelero y licenciado en Ciencias del Deporte.

Todos tenemos claro que en el Congreso y el Senado se compran los votos. Es algo tan habitual que no nos sorprende. Los nacionalistas catalanes y vascos descubrieron en la Transición que su apoyo tenía un precio que, en ocasiones, podía ser muy elevado. Por cierto, es algo que hicieron durante el reinado de Alfonso XIII y la Segunda República. El problema español reside, precisamente, en la fuerza que tienen las formaciones independentistas cuando negocian con gobiernos débiles. Cuando no se les necesita se repliegan a sus territorios a la espera de una nueva oportunidad mientras sus grupos en las Cortes se dedican a hacer trámites variopintos al servicio de sus intereses clientelares. 

Es algo muy antiguo, porque los senadores romanos ejercían el patronazgo sobre ciudades y territorios. Por supuesto, las protegían de malos gobernadores y obtenían beneficios. Lo que no vivíamos en España desde hace mucho tiempo, es la compra de votos o el fraude del voto por correo. Era habitual en la Restauración. Lo sucedido en Melilla y Mojácar es impresionante. Es una actuación, por lo que sabemos, a lo bruto con una zafiedad indescriptible. Es verlo para creerlo.

Esta legislatura será recordada por el desprecio al Poder Legislativo y a la oposición, el asalto a las Administraciones, el Poder Judicial y el Constitucional y el incumplimiento del programa y los compromisos electorales. Los medios públicos se ponen al servicio de la campaña de reelección del presidente al que pagamos un avión y un helicóptero como si fuera el servicio de taxis del PSOE. Con el fin de enmascarar el escándalo, se organiza alguna visita, que también sirve para la campaña, que justifique el despilfarro. Los comunistas, independentistas y filoetarras acuden a Moncloa con la frase de «qué hay de lo mío». Por supuesto, reciben su recompensa. 

Es verdad que los nacionalistas siempre habían querido obtener beneficios a cambio de los votos como sucedió con UCD, PSOE y PP, pero nunca con el descaro actual. Esa compra de votos se ha convertido en algo normal esta legislatura. Espero que no suceda lo mismo en el futuro con el fraude electoral.

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