Cuando no se quiere debatir, hay que hacerse los ofendiditos

La izquierda va a perder las elecciones en Madrid por amplia goleada y lo saben, y desde la factoría de la Moncloa se ha buscado la manera de huir de los debates en los que lógicamente saldrán a relucir preguntas que quieren contestar sobre la gestión de la pandemia, los 20.000 ancianos muertos sin justificar, la gestión de las vacunas, los cierres de los bares, la economía, los asaltos a la justicia o las colas del hambre, perpetrados durante y por parte por el gobierno de Pedro Sánchez y su lugarteniente Iglesias, mientras lo ciudadanos estábamos confinados y amordazados, para que no hubieran varios cambios o dimisiones de ministros. Salvo el del chalet en Jávea nadie mas ha dimitido.

Por mandar unas balas dentro de unos sobres dirigidos al coletas, al ministro de interior y la directora de la guardia civil y un cuchillo manchado de rojo enviado por un enfermo mental con su remite a Maroto como si la policía y los funcionarios de correos fueran unos inútiles que de golpe se hubieran quedado dormidos. Como tenían prisa por salir en la tele han obviado lo del remite del loco y también se lo han achacado a Vox. 

Maroto no se desdijo de la grave acusación e insistió después de conocer la procedencia de la carta: "Todos los demócratas estamos amenazados por los violentos".

Ahora en la teles se está acusando acusando a Monasterio de violencia, como si ella hubiese sido quien metió las balas en los sobres. Esta mañana tanto candidatos, como tertulianos o periodistas ovejunos han salido a anunciar que Vox pregona la violencia cuando violencia es lo que ellos están practicando todos los días contra el adversario, reventándoles mítines, lanzándoles adoquines, dando patadas a la policía...

Estamos hablando de amenazas, que es algo menos peligroso, ya que los criminales no avisan, salvo para mentes quemadas por las series de narcos. 

En realidad se trata de que lo que pase en Madrid no les afecte ni mucho ni poco a quienes montan cada día sus performances desde la Moncloa, cuando con solo salir a la calle y preguntar al taxista,  al comerciante, al camarero o al parado, se darían cuenta que las cosas han cambiado tanto con la pandemia, que la solución de nuestro país no está en ninguno de sus mensajes.