Italia decide: defensa de la identidad nacional o más izquierda y globalismo

 

Elecciones en Italia. Giorgia Meloni y Enrico Letta.

Más de 50 millones de italianos están llamados este domingo a elegir quiénes ocupan 400 escaños de la Cámara de Diputados y 200 del Senado. En ambas cámaras habrá ahora menos legisladores, conforme a lo establecido en una reforma constitucional avalada en referéndum por la ciudadanía en septiembre de 2020.

Italia acude este domingo a unos comicios que aterran a las élites políticas y financieras porque pueden poner a Giorgia Meloni al frente de la tercera economía de la Unión Europea y hacer caer el castillo de naipes del globalismo. Su victoria sería la ratificación de que hay una Europa que no se resigna y que no quiere morir.

Fratelli d’Italia, el partido aliado de VOX [ambos forman parte del ECR en Bruselas], tiene un programa propio que ignora las agendas globalistas que dividen a la sociedad y la empobrecen, y que traicionan la historia, la tradición y también la identidad del Viejo Continente.

En cambio, defiende los intereses y las necesidades de los italianos, y plantea respuestas a sus problemas reales: la inseguridad en las calles provocada por la inmigración ilegal, la pérdida de poder adquisitivo de las familias, la necesidad de soberanía energética o la dramática emergencia demográfica, entre otros. Y defiende la familia, el derecho a la vida y la propiedad privada. Como VOX, Fratelli también aboga por una Unión Europea que sea una comunidad de naciones soberanas que cooperan en libertad, y que esté al servicio, ahora sí, de los Estados miembros, y no de los burócratas a los que nadie ha votado.

A la cita electoral se llega tras la amenaza de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que el pasado martes amenazó a los italianos si no votan lo que ella -y el globalismo- quiere. «Veremos el resultado de las elecciones en Italia (…)Si las cosas salen en una dirección difícil, tenemos herramientas, como en el caso de Polonia y Hungría», dijo.

Ninguna encuesta le da a Fratelli una mayoría suficiente para implantar íntegro su programa, pero todas auguran el liderazgo de la formación de Giorgia Meloni en un Gobierno, que conformaría con sus aliados del centro y la derecha, sensato y estable que priorizaría las urgencias nacionales de Italia. La otra opción… es la izquierda y el globalismo, Enrico Letta y Ursula von der Leyen, que el pasado viernes, en una injerencia impropia que debería provocar su dimisión, amenazó a los italianos si no votan lo que ella quiere.

Que los italianos voten… y voten en defensa propia.


Comentarios

  1. Toni Ruiz
    Fuerza Meloni.
    El globalismo totalitario destruye las identidades patrias.

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  2. Giorgia Meloni 🇮🇹 ن
    Adesso tocca a voi

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  3. Píldora
    🇮🇹 Todos los patriotas españoles deseamos la victoria de Giorgia Meloni en Italia mañana.

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  4. Marcelo Birocco
    Es increíble que no haya ningún partido moderado que abogue por los valores liberales europeos. Parece España

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  5. Antonio Alonso Aparicio
    Pobres italianos. ¡Que Dios les coja confesados!

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  6. Jonathan Van de Nostrum
    Pues teniendo en cuenta el régimen político y el sistema electoral...

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  7. José Ramón Campiño Pérez
    La izmierda y el globalismo falsario

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  8. Macarena Olona

    Contra viento y marea. Pero no está sola. En España, le abrazamos muy fuerte. Adelante,
    @GiorgiaMeloni
    . Por la Europa de los patriotas. Sei ispirazione.

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  9. Agustín Laje
    Italia: es histórico, una mujer se impone en las elecciones. Pero cuidado: esa mujer es de DERECHA. Acto seguido, los progres y las feministas lloran.
    Conclusión: no defienden ni a la mujer ni a las minorías; sólo las utilizan cuando resultan funcionales a su agenda política.

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  10. Miquel Jiménez

    El día en que Italia se hartó

    Decía Indro Montanelli que tenía la certeza de que votases lo que votases, te iban a decepcionar. Quizá sea por ese sentimiento fatalista que el país hermano ha sido un laboratorio en el que se han cocido no pocos experimentos que luego se han querido trasplantar a países de una Europa agostada y senil. A rebufo de una república que llegó con un referéndum dudoso tras la II Guerra Mundial, Italia fue escenario de primera línea de muchos conflictos. Del experimento separatista de Salvatore Guigliano en Sicilia, auspiciado por los servicios secretos de los EEUU, a la permisividad con el comunismo que desplegó una red potentísima de asociaciones. Uno recuerda por vía de ejemplo las todopoderosas ARCI que deslumbraron a la izquierda española, singularmente el PSC de Raimon Obiols. No fue flor de un día, llegando a tener más de un millón de asociados. También el lugar en el que la Red Gladio, auspiciada por la OTAN y los omnipresentes EEU, abortó la entrada de ministros comunistas. En suelo italiano detentó un poder omnímodo la Logia P-2 de Licio Geli llegando hasta el Banco Ambrosiano y al, digamos, suicidio del banquero Calvi, ahorcado en el Puente de los Monjes Negros londinense. Es la Italia de las Brigadas Rojas, del Príncipe Negro, de la matanza de Bolonia, del cadáver de Aldo Moro en un maletero, de la colusión entre la Mafia siciliana y la industria de Milán, del asesinato del general Dalla Chiesa. Pero también es la Italia eterna, la del Renacimiento, la de Miguel Ángel y Leonardo, la del Dante y Leopardi, Fellini y Mastroianni, la que mira con sorna a los políticos y deja que la vida real sea la que acabe transcurriendo por las calles con sus gozos y sus sombras.

    Es lo que pasa cuando surge alguien que habla en los ámbitos políticos de las mismas cosas de las que se habla de la calle

    Esa Italia, prácticamente traicionada por sistema desde 1945, decidió este domingo dar un zapatazo. Es el secreto del triunfo de Meloni. No es que los italianos sean más o menos fascistas que ayer. Eso que llaman extrema derecha ha tenido siempre una representación importante en la vida pública italiana, desde el MSI creado en 1946 hasta la Lega. No es eso. Nostálgicos de Mussolini siempre los ha habido y siempre los habrá. Lo de Meloni y sus Fratelli d’Italia no es solo fruto de sus postulados. Su éxito deviene del hartazgo del italiano común, harto del bienquedismo predicado por políticos, del buenismo que les hace tragar carros y carretas provenientes de una Europa que siempre ha sido una casa en la que sus dueños alemanes y franceses debían tolerar a los primos pobres del sur. Sinceramente, al italiano le preocupa menos el matrimonio gay que la inmigración descontrolada. Sabe que con los de siempre no se puede revertir el paradigma de una sociedad que no se sostiene. Y, harto de promesas vacuas y discursos retóricos, ha ido al meollo del asunto. Porque la gente lo que quiere es vivir.

    Es lo que pasa cuando surge alguien que habla en los ámbitos políticos de las mismas cosas de las que se habla de la calle. No, no es fascismo. Es hartazgo.

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