Feijóo saca 760.000 votos a Sánchez, el PP recupera 6 autonomías y Ayuso y Almeida arrasan en Madrid


El Partido Popular ha sido el vencedor de las elecciones de este domingo. Unos comicios municipales y autonómicos con una inevitable lectura en clave nacional. Un escalón decisivo para el cambio de ciclo. Cuando apenas restan seis meses para las generales, esta cita con las urnas ha de interpretarse como un claro plebiscito sobre Pedro Sánchez. Los populares se han impuesto como fuerza más votada en siete de las 12 autonomías en disputa y han logrado 759.000 papeletas más que el PSOE, lo que apuntala el rumbo de Núñez Feijóo hacia La Moncloa. 

Las mayorías absolutas de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida se convierten en emblema de una noche histórica para el PP.ja. También Cantabria, que gobernaba con el PRC. En un mapa teñido completamente de azul, los socialistas sólo conservan Asturias, Castilla-La Mancha y Navarra. En este último caso, María Chivite podrá seguir siendo presidenta si pacta otra vez con Bildu.

El resultado es devastador para el PSOE, que pierde Aragón, Extremadura, Baleares, la Comunidad Valenciana y La Rioja

La derrota ha de entenderse como un fracaso sin paliativos de Pedro Sánchez, que asumió en primera persona la campaña, opacando hasta a sus propios candidatos. En previsión de la hecatombe, el líder socialista se escondió en La Moncloa y ni acudió a Ferraz para seguir con los suyos la noche electoral.

Por territorios, el PSOE pierde una plaza tan estratégica como la Comunidad Valenciana. El PP ha sido la fuerza más votada en la región y la suma con Vox le devolverá el Gobierno regional, con Carlos Mazón a la cabeza. Lo mismo sucede en la capital, donde el bloque de la derecha se impone y María José Catalá será alcaldesa. Los populares vuelven al Ayuntamiento que Joan Ribó arrebató a Rita Barberá en 2015.

En Extremadura se ha vivido el recuento más ajustado. PSOE y PP han empatado en escaños, pero la candidata popular, María Guardiola, podrá gobernar pactando con Vox, desalojando así del poder a Guillermo Fernández Vara, uno de los barones más emblemáticos. El PP también gana en Aragón y Jorge Azcón, con un pacto con Vox, podrá descabalgar a Javier Lambán tras ocho años en el poder.

La socialista Francina Armengol pierde el gobierno de Baleares y Marga Prohens, la más votada, podrá gobernar sin ataduras al no existir una mayoría alternativa de izquierdas. En la Región de Murcia, el PP se queda a sólo dos escaños de la mayoría absoluta y Fernando López Miras extenderá otros cuatro años su mandato. Los populares también recuperan con mayoría absoluta La Rioja, una plaza histórica que el partido gobernó durante veinticuatro años hasta la llegada de la socialista Concha Andreu en 2019. El PP también recupera Logroño.

En Cantabria, el PP gana y podrá gobernar con un pacto con Vox, mientras que el PRC del actual presidente Miguel Ángel Revilla cae hasta la tercera posición. Revilla ha reconocido el fracaso y ha avanzado que el resultado es «la marea de la derecha» que marcan las próximas elecciones generales.

También el mapa municipal es reflejo del drama del PSOE. Los socialistas pierden enclaves tan simbólicos como Sevilla, que pasa a manos del popular José Luis Sanz, o Valladolid. Tras dos legislaturas, Óscar Puente perderá la Alcaldía en un vuelco de lo más inesperado. El PP también gobernará en Palma de Mallorca.

Fuera del bipartidismo, Ada Colau se ve desplazada a tercera fuerza y el separatista Xavier Trias (Junts per Catalunya) podrá ser alcalde si pacta con el PSOE de Jaume Collboni. Un acuerdo que se da por cerrado.

Madrid

En una noche para recordar, Feijóo, Ayuso y Almeida se subieron al balcón de Génova 13 para proclamar el inicio de la «derogación del sanchismo».

La presidenta madrileña ha vuelto a arrasar, esta vez con una holgada mayoría absoluta (71 diputados) -la primera desde la de Esperanza Aguirre en 2011- que le permitirá gobernar sin ataduras. Igual que José Luis Martínez-Almeida, que duplica su resultado de hace cuatro años (29 concejales). Un doble triunfo que recuerda los mejores tiempos del PP.

La presidenta madrileña -que crece en seis escaños- diluye la influencia de Vox -ya sin capacidad alguna de veto- y deja a la izquierda en un papel testimonial. Más Madrid se mantiene como líder de la oposición, aunque con Mónica García empatada con el socialista Juan Lobato (27 diputados). En el Ayuntamiento, Almeida absorbe el voto naranja que deja la completa descomposición de Ciudadanos -Begoña Villacís, hasta ahora vicealcaldesa, se queda sin asiento-, y el PSOE de Reyes Maroto recorta distancias con Rita Maestre, aunque queda tercero. Con cero escaños y cero concejales, Podemos ya es historia tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento.

Elecciones generales

Las urnas han medido el hartazgo ciudadano tras una legislatura plagada de polémicas e innumerables ataques al Estado de Derecho: desde el indulto a los condenados por el referéndum ilegal separatista, al abaratamiento de la malversación y el fin de la sedición, pasando por las rebajas de condena a más de 1.000 violadores, pederastas y abusadores sexuales -100 de ellos ya excarcelados-, el asalto a instituciones como el CIS, el INE o la Fiscalía General del Estado, la inconstitucionalidad del estado de alarma durante la pandemia, las maniobras para controlar el Constitucional, la rendición a Marruecos o la pleitesía a los etarras. Todo ello unido a la incapacidad de Sánchez para controlar la inflación, disparada a cifras históricas y con precios récord en la luz y la gasolina. Los socialistas arrastran ya un inevitable desgaste que, para Ferraz, se traduce en una perturbadora desmovilización de sus propios votantes.

De poco o nada le ha servido a Sánchez su desesperado intento por captar el voto con anuncios desde el mismo Consejo de Ministros, convirtiendo el BOE en un instrumento al servicio de su partido. Hasta los barones expresaron su disgusto con esta personalísima estrategia marcada desde Ferraz para mayor gloria de su propio líder. Pese a que los candidatos han tratado de marcar un perfil propio, se ha impuesto el voto de castigo al jefe de filas. La campaña -que arrancó con la polémica de los etarras en las listas de Bildu y acabó con el escándalo de la compra de votos y hasta la imputación por secuestro del número dos del PSOE andaluz- fue un calvario para los socialistas.

Feijóo, por su parte, ha afrontado estos comicios como una primera vuelta de las generales, una ocasión crucial para desalojar a un Pedro Sánchez que «no tiene límites» y «lo ha manchado todo». «Ya no le vota ni Txapote», acuñó Díaz Ayuso en una frase que perseguirá al socialista hasta las próximas elecciones.

Para Génova, estas elecciones miden la capacidad de su proyecto para captar votantes a derecha -Vox- e izquierda -socialistas «avergonzados»-, ensanchando así la base electoral necesaria para apuntalar el cambio de Gobierno. Los datos han constatado la capacidad de Feijóo para aglutinar el voto que le deja la descomposición de Ciudadanos y taponar la alarmante sangría de la que un día se aprovechó Vox.

Al margen del bipartidismo, los comicios han tomado el pulso a los partidos que configuran los bloques de las mayorías. Los de Abascal afrontarán ahora las negociaciones con el PP con la exigencia de entrar en aquellos gobiernos que les necesiten, como ocurrió ya en Castilla y León. Ciudadanos confirma una desaparición anunciada. Y Podemos ve la suya muy próxima. Los morados agonizan inmersos en sus propias crisis internas y ante la amenaza de Yolanda Díaz y Sumar

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