La bronca de Manuel Valls a los burgueses catalanes

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La burguesía catalana, ya residual, minimizada, casi toda rentista, dividida, desarticulada y sin líderes ni ambiciones, renunció hace mucho a conformar Cataluña y se limita a seguir la consigna política del momento. Ellos creen ser el poder en Cataluña ¿El poder? El poder lo detentan siempre y en todo lugar los políticos: ellos deciden en última instancia, ellos mandan. Los empresarios y la economía son sólo una parte una sociedad mucho más compleja, y a pesar de lo que algunos puedan opinar y del runrún novelero, su poder es muy limitado. 

Las escasas actividades de estos próceres se reducen ahora a patéticos ágapes privados en los que todos vacilan de contactos e ideas, pero ya nada se decide. Como el que organizó Marian Puig para Manuel Valls hace unos días.

Cuenta Sostres en ABC que Puig -el fill gran d´en Mariano- invitó a Valls a cenar a su casa de la Bonanova “para que explicara su proyecto a sus amigos empresarios y a otros destacados personajes de la sociedad catalana. Estaban, entre otros, el economista Antón Costas, el exvicepresidente del Gobierno Narcís Serra, el notario Juanjo López Burniol, el empresario Emilio Cuatrecasas y Màrius Carol, director de «La Vanguardia».” Alguno está imputado por grave corrupción, muchos han tenido problemas con Hacienda, casi chupando de la teta de la Generalitat, ninguno pinta nada en Cataluña pero todos hacen ver que no lo saben. Incluso varios de ellos se rebajaron a correveidiles del golpismo nacionalista cuando cogieron un coche en octubre y se fueron a mendigar la intervención de Urkullu.




Valls había acudido a la cena, tal como se le pidió, a explicar sus ideas y su proyecto para Barcelona, pero fue constantemente interrumpido por los asistentes, que le reprochaban su eventual implicación con Ciudadanos y se quejaban de la supuesta falta de capacidad de diálogo del Gobierno. «Os habéis pasado el aperitivo despotricando de los independentistas, y ahora que trato de explicaros lo que quiero hacer os quejáis del Gobierno y de España. Os quejáis de todo pero no habéis hecho nada. Sois la burguesía catalana, la élite del país, y no habéis hecho nada. Una burguesía que no lidera, que no guía, no es una burguesía: sólo es un club de petulantes y de ricos».«Todo esto es culpa vuestra. No habéis hecho nada y al final hemos llegado hasta aquí», y Manuel Valls se levantó y se marchó sin tomar el café.”

A veces la distancia da una lucidez que los lugareños -con ese deprimente orgullo del «jo sóc d’aquí»- no podemos tener. Habríamos podido respetar, aunque desde la discrepancia, una burguesía que hubiera pensado que la independencia era la solución, y que hubiera empeñado su dinero, su autoridad y su vigor para conseguirla. También hubiéramos podido respetar, aunque con el pesar de los independentistas, que la clase dirigente catalana hubiera apostado decididamente por la unidad de España, prestando sin reserva sus recursos morales, y los tangibles, al propósito de preservarla.

Cataluña ha sido arrasada por los líderes políticos más incultos y barriobajeros de los últimos decenios, por la peor tradición de este catalanismo que cada tantos años necesita estrellarse de nuevo en su alocado «todo o nada». Y en la misma medida, Cataluña ha sido abandonada por su burguesía, que ha fallado clamorosamente en su deber de proteger y de guiar -es decir, de liderar- a su pueblo.

Pero la burguesía catalana no ha hecho nada. Absolutamente nada. Sólo han lloriqueado por las esquinas en el indigno papel de hacerse la niña tonta en medio de una orgía. Convergència se suicidó renunciando a la centralidad política, y hoy ha quedado reducida a un subpartido de comisionistas y forajidos. «La Vanguardia», bajo la dirección de José Antich, fue la punta de lanza de la primera revuelta de Cataluña contra el Estado. 

Una burguesía puede equivocarse, pero no puede no hacer nada. Una burguesía puede arruinarse, pero nunca renunciar a su liderazgo ni a reforzar su autoridad mediante su generosidad, su compromiso y su ejemplaridad. Un país que no puede estar orgulloso de sus burgueses es un país condenado a la revolución y al caos.  Sois un club de ricos avariciosos, pedantes y cobardes sin ninguna empatía, sin ninguna altura moralOs merecéis la CUP, os merecéis los CDR. «Todo esto es culpa vuestra. No habéis hecho nada». La burguesía catalana se ha puesto de perfil, no ha defendido nada. No ha demostrado ningún amor por su sociedad. 

En apenas 6 meses se han ido casi 5.000 empresas de Cataluña, un éxodo histórico que sólo se produce en situaciones bélicas, y… ¿Uds. han oído levantar la voz a alguno de estos ricachones más allá de cenas, tertulietas y cenáculos? ¿A Fomento? ¿Al Círculo de Economía? 

Manuel Valls hizo bien en levantarse y marcharse. Si quiere mantener su frescura, sus ganas y su nobleza, es un buen primer paso en la correcta dirección no mezclarse con lloricas. Si puede, que tire de ellos hacia posiciones más dignas. Y si no puede, que les ponga ante el espejo y que sientan toda la vergüenza de estar lamentando como cínicos lo que no tuvieron la decencia de defender como ciudadanos privilegiados y libres. Por comodidad y por provincianismo miraron hacia otro lado mientras un populismo de todo impregnaba la vida y las calles. Y ahora se hacen las indignadas porque justo delante de su puerta les han levantado una barricada. Os mereceríais que os entraran hasta el cuarto de la plancha, pero no os preocupéis, que aquí estamos y os ayudaremos a echarlos.

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