Sánchez, hoja de ruta hacia la humillación

La primera entrevista de Sánchez a su televisión tras la reciente investidura no defraudó a los espectadores porque su persona siempre cumple las expectativas. En realidad las supera, porque por más estupefacción que puedan provocar sus manifestaciones públicas, al día siguiente vierte otras que producen un asombro todavía mayor.

Los presentadores le ponían a Sánchez breves piezas con las contradicciones más clamorosas del personaje como una especie de disculpa antes de lanzarle, educados y perfectamente envarados en la silla, alguna pregunta calculadamente incómoda. En una de esas ocasiones le preguntaron por las palabras de Iglesias, reprobadas por el CGPJ, en las que se ponía del lado de los golpistas y en contra de la Justicia española, "humillada por los tribunales europeos". Sánchez, naturalmente, respaldó sin fisuras las palabras de su vicepresidente con la mayor naturalidad, porque denigrar a los integrantes del Poder Judicial por parte del jefe del Ejecutivo en horario de máxima audiencia es ya una cuestión de mero trámite para su persona.

Pedro Sánchez anunció lo que va a ser su gobierno a partir de ahora, nada que ver con lo que había prometido antes de ganar las elecciones al Gobierno de España. En el pasado Sánchez había defendido que en Cataluña había tenido lugar una rebelión y no había  mas remedio que sus cabecillas pagaran por sus delitos. Ahora dice que viajará a Barcelona para que el vicario de Puigdemont le dé su absolución.

Lo mas llamativo el anuncio de su viaje a Cataluña a postrarse a los pies de Quim Torra, por exigencias del condenado y no arrepentido por el delito de sedición, Oriol Junqueras ya que esto formará parte del pago millonario por las "afrentas" cometidas por Guardia Civil y Policia Nacional. Mas o menos como hizo Zapatero ante Bildu unos años atrás.

Piensa introducir cambios en el Código Penal, optando por rebajar las penas del delito de sedición, por el que están condenados los líderes independentistas. Así los golpistas ya no tendrán que pasar por prisión. Eso sí, pidió ir «paso a paso» y trasladó parte de la responsabilidad al debate que se suscite en el Congreso. Según Sánchez, ha quedado demostrado que el Código Penal español no se corresponde «con la época que ha tocado vivir a España y que no tiene delitos homologables» a lo que ocurre en otros países europeos.

Sánchez dice ahora las mismas cosas que viene sosteniendo Iglesias desde hace años, pero no por estrategia, sino porque en realidad piensa exactamente igual que su vicepresidente. ¡Cuando su persona lo pasaba mal era antes, cuando tenía que fingir que era un presidente con un sólido sentido de Estado! Ahora, en cambio, se le han quitado las canas y su cutis resplandece con el brillo saludable de un tío que duerme como un bebé.

 ¿Es legítimo que el Gobierno escolte a sabiendas una estrategia política tan descarada? Al hacerlo, Sánchez se convierte en cómplice necesario del plan urdido por el independentismo catalán para acabar con la unidad de España. Que nunca diga, al menos, que no lo sabía.

Por fin se acabaron las contradicciones y podemos ver a Sánchez como realmente es: un piernas convencido de que puede derogar la Constitución y acordar consultas secesionistas con sus socios de investidura cada vez que lo considere necesario, porque eso es lo que exige el nuevo escenario de diálogo surgido del pacto de Lledoners. Y si la oposición denuncia sus tropelías se acusa a sus dirigentes de no aceptar la derrota electoral y se amenaza con dictar el articulo 155 para los padres de los escolares de Murcia.