Las lineas rojas de Maria Guardiola en Extremadura

 

María Guardiola busca la mayoría absoluta para tener poder pleno en el PP extremeño y acabar con la oposición interna

Las lealtades inquebrantables, conscientes o caprichosas, se pueden llevar por delante una posibilidad real de cambio sin que a nadie, salvo a los gobernados, se le altere el sueño. Una irresponsabilidad que agrada a la izquierda. Una mala señal.

Los eventuales pactos entre PP y Vox para desalojar a la izquierda no deberían implicar asunción ideológica por parte de nadie. Ante el argumento torticero de la izquierda en ese sentido, matraca electoralista, la respuesta es fácil: ¿Entonces usted piensa como la ETA, como Bildu, como ERC, como Iglesias? La respuesta, con matices, es más afirmativa que negativa. Pero como no lo van a reconocer, dejarán de incordiar por un tiempo, valiosísimo al quedar poco para las generales.

Si quisieran ir por partes también se puede. ¿Es el PSOE igual que Podemos? Aquí no caben excusas porque los morados, aunque ahora estén de saldo, tienen ministerios. Y no será por falta de tuits, salidas de tono, corrupciones, machismos, condenas o fobias varias. ¿O no gobierna Sánchez CON un partido que dijo disfrutar cuando veía dar una paliza a un policía nacional y que, de hecho, ha estado involucrado en episodios violentos contra las Fuerzas de Seguridad? ¿O no tuvo Sánchez a un vicepresidente que azotaría a una periodista (como si Mariló se lo fuera permitir)? ¿O no tiene Sánchez una ministra que pedía guillotina contra los borbones?

Y aún faltaría entrar en los apoyos sin los cuales Sánchez no sería presidente. Para perder el sueño: un partido que formó parte de un golpe de Estado y que tuvo a sus líderes —muy poco tiempo— en prisión y otro que procede del terrorismo, no como evolución sino como disfraz, y que también tuvo a su líder en prisión. Si quedara algún resto de contrincante todavía podría recordarse quién indultó, acercó y excarceló a los presos de los partidos que sustentan el poder.

Vox y Bildu no están en extremos comparables por más que se empeñen en la izquierda y, a veces, en la derecha. Muchos de Bildu estaban en la acera desde donde se disparaba y muchos de Vox en la acera de los que caían o tenían que protegerse. Sin ir más lejos, Arnaldo Otegi estaba en la primera y José Antonio Ortega Lara en la otra. Así que un pacto o un cogobierno no es igual entre PSOE y Bildu o ERC que entre PP y Vox. El que quiera verlo de otra forma es sólo con mala intención.

Pasión por la autodestrucción

Pero que el ataque a los acuerdos post 28M sea autodestructivo, que provenga de las filas de los interesados en desalojar a la izquierda, es una completa irresponsabilidad.

El caso de Valencia, que no pintaba nada bien, se resolvió de la mejor manera posible. No creo que hoy moleste a votantes del PP ni de Vox. Distintos, pero todos contra Sánchez, contra Puig, contra el socialismo. Hubo cesiones importantes y alguna exhibición de estulticia como para marcar el territorio. Pero hubo pacto y ahora sólo escandaliza a los desalojados, pesebre regional muy parecido al del socialismo andaluz.

En el caso extremeño, la premisa es clara: María Guardiola no ha ganado las elecciones. Y quizá sea por algo. En otros lugares, feudos de la izquierda, se ha producido el cambio y el PP se ha convertido en la opción más votada. Unas veces con mayoría absoluta; otras, con la suficiente como para gobernar con apoyos concretos de Vox; y otras, con la necesidad de un cogobierno. ¿En qué es diferente María Guardiola? ¿Por qué con ella se acaban las posibilidades si ni siquiera puede esgrimir una victoria?

Es más sencillo de lo que parece: María Guardiola milita en el partido equivocado y estaría más cómoda en ese PSOE que tanto se afanan en buscar a veces en el 13 rue de Génova. Eso y el minuto de gloria inmerecida —insisto, no ha ganado las elecciones— que puede condenar a Extremadura a cuatro años más de socialismo, vulgo pobreza. Dicen que Guardiola obedecía órdenes de Génova, pero parece que ella había garantizado un pacto sin demasiados problemas. ¿Sorpresa? Quizá era otra Génova, la del otro lado, la fracasadísima que sigue viva zascandileando con sus paparajotes, la que terminó por cautivar su vanidad.

Si Guardiola era peón de Teodoro, que se tiene por estratega, se entiende el completo desastre. Como explica Carlos Cuesta, había otras opciones que quizá ni siquiera habrían requerido pactos.

Algo similar ha sucedido en Vox, que ya aplica la purga ilicitana patentada por Rajoy —"si alguien quiere irse al partido liberal o al partido conservador, que se vaya"— en la sala de máquinas del partido y en algunos de sus cuadros regionales, como en Extremadura. Falta por confirmar si Santiago Abascal comparte del todo el cambio o se lo están haciendo.

Es ilógico decir que no se puede pactar con Vox porque no acepta la violencia de género y buscar un pacto con un PSOE que ha excarcelado violadoresMaría Guardiola ha disparado la polémica nacional. Sus "líneas rojas" han bombardeado las posibilidades de negociación con Vox en Extremadura, poniendo en peligro la expulsión del socialismo en esta región y, lo que puede resultar aún más grave, ensombreciendo el factor de voto útil del PP de cara al 23-J y a echar del Gobierno nacional a Pedro Sánchez. Pero lo cierto es que Guardiola ya tenía antes un fuerte foco de discusión interna a nivel regional.

No es una líder no cuestionada en el seno de sus filas y busca una mayoría absoluta, precisamente, para disparar su poder, acabar con los focos de oposición y poder ser una líder indiscutible. Porque varios valores en alza dentro de sus filas "encajan más con los gustos de los votantes" y, además, como señala una fuente del PP, "serían capaces de haber tenido claramente un resultado mejor frente al PSOE y Vox en las pasadas elecciones autonómicas".

¿Principios? Resulta extraño esgrimir los "principios", como ha hecho Guardiola, para defender que Vox pueda ostentar la Presidencia del Parlamento regional pero no una consejería. Es más, resulta del todo incoherente hablar de que no se puede pactar con Vox porque no acepta la violencia de género, mientras se busca un pacto con el mismo PSOE que ha puesto en la calle un colectivo de más de cien violadores y ha rebajado más de mil penas de delincuentes sexuales de todos los estilos, incluidos los pederastas, por medio de su ley del sólo sí es sí. "¿Sacar violadores de las cárceles es defender a la mujer de la violencia?", señala una fuente del PP. por ver

Y es que el entramado de objetivos que late tras el órdago de la candidata del PP extremeño a la Presidencia regional esconde un factor más. Uno que no habla de principios. Sino de fines: el de acabar con los nuevos perfiles que emergen con rapidez en Extremadura y que "habrían tenido un mejor resultado el pasado 28-M con toda seguridad", como señala la misma fuente del PP.

María Guardiola no está blindada en el PP

Ella viene de la era Pablo Casado y Teodoro García Egea. Y, además, "no es cierto que su resultado haya sido tan espectacular. Hay otros candidatos que habrían tenido un mayor crecimiento frente al PSOE y frente a Vox", señala un cargo popular conocedor de la batalla interna del PP extremeño después de que Pablo Casado sentenciara al ostracismo a José Antonio Monago.

Uno de los perfiles que más potencial ha mostrado es Ignacio Gragera. Él ni siquiera viene del PP. Procede de la era de los fichajes de Ciudadanos. Y es fruto, precisamente, de la política de atracción de talento de Alberto Núñez Feijóo. El presidente del PP nacional prometió "ensanchar" el espacio político con el "talento" de otras fuerzas. Y justo por eso llegó Ignacio Gragera al equipo azul. Sobre él se hicieron encuestas de aceptación antes de ficharlo. Y superó la prueba con sobresaliente.

Es más, su crecimiento provocó que el candidato socialista en Badajoz, Ricardo Cabezas, explotara de nerviosismo y acusara en diciembre al aún miembro de Ciudadanos de estar preparando su desembarco en el PP. Por aquellas fechas los sondeos se hacían. Pero el último en enterarse fue el propio Gragera. Semanas después recibía la invitación del PP y confirmaba su entrada en las filas azules. Todo ello tras haber provocado el miedo en las huestes socialistas antes incluso de estrenar la camiseta. Gragera ha revalidado su mandato en Badajoz. Y lo ha hecho con mayoría absoluta. Licenciado en Derecho, curso Jean Monnet de Derecho Comunitario y hasta ha jugado en la primera división de Rugby en Portugal.

El otro valor en alza es Fernando Pizarro, todo un perfil seguro en la alcaldía de Plasencia. También se ha hecho con un nuevo mandato y por mayoría absoluta. De hecho, no sólo es que haya revalidado con absoluta: es que ha duplicado en concejales al PSOE por una goleada de 12 a 6. Y Vox ha logrado sólo uno en su localidad.

Pizarro no es un fichaje. Pero se ha convertido en una de las personas con más arraigo entre los votantes extremeños. Hijo de soldador y ama de casa, con estudios musicales en el conservatorio García Matos de Plasencia, maestro en educación musical e historia del arte, director del Coro de Cámara Ars Nova y afiliado al PP desde 1996.

Dos perfiles que no generan ruidos y sí votos. Y eso genera miedos internos.

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