Grecia - De la irresponsabilidad al intento de recuperar la confianza

La reticencia a aceptar la última propuesta de Grecia para
no tener que abandonar el euro de manera vergonzosa no se debe a que las últimas
medidas propuestas por el primer ministro no sean adecuadas y probablemente
suficientes para que el país pueda remontar con mucho esfuerzo una situación de
ruina increíble deteriorada estos últimos meses gracias a promesas imposibles
de cumplir, decisiones contrarias al sentido común y las continuas rectificaciones
han provocado que Alemania y otros países del norte de Europa estén aún debatiendo
si el Eurogrupo va a acometer el tercer rescate de una nación que hace tiempo
ha perdido la confianza de que el gobierno griege llegue a acometer una sola de
las medidas propuestas.
Porque sobre el tema Grecia está lloviendo sobre mojado
desde que entró en la UE han sido todo falsedades, incumplimientos desde que ocultaron
su déficit público real durante años. Cuando el nuevo gobierno de Atenas llegó
al poder en 2009, se encontró un agujero fiscal equivalente al 14% del PIB,
frente al dato oficial del 3,7% comunicado a Bruselas. De un día para otro, el
déficit pasó de 7.000 a cerca de 30.000 millones de euros, casi cuatro veces
más. Este manifiesto engaño evidencia la enorme irresponsabilidad política de
los distintos gobiernos griegos.
Durante estos años, Grecia vivió muy por encima de sus
posibilidades reales, recurriendo a una ingente deuda pública para poder
financiar ese insostenible nivel de gasto. Más de la mitad de la economía
griega dependía, de una u otra forma, del maná estatal, creando así una gran
estructura clientelar a base de enchufes, corrupción y subvenciones.
Algunos ejemplos:
Durante años, y pese a tener un PIB per cápita muy inferior
al de España, el salario mínimo en Grecia era un 50% superior. Cuando un
partido llegaba al poder enchufaba a gente en el sector público a cambio de su
voto, acrecentando de forma insostenible la plantilla estatal.
A finales del año pasado los griegos debían al Estado más de
80.000 millones de euros en impuestos, suficiente para que nos hubiéramos
ahorrado las últimas semanas de angustia y no estuviéramos hablando de un
tercer rescate.
El Hospital Evagelismos, uno de los principales de Atenas,
por ejemplo, llegó a tener en nómina a 45 jardineros para cuidar de las cuatro
macetas de su entrada; algunos organismos públicos contaban con 50 conductores
por cada coche; un antiguo ministro de Agricultura creó una unidad no
contabilizada que daba empleo a 270 personas para digitalizar las fotografías
de las tierras públicas griegas, sin que ninguno de los contratados tuviera
experiencia en fotografía digital, ya que eran carteros, peluqueros,
agricultores y, en general, afiliados del partido...
El gasto en educación, sanidad y política social fue, de
lejos, el que más aumentó hasta el estallido de la crisis de deuda, superando
el 31% del PIB en 2012.
Además, Grecia, el gran referente de la izquierda radical,
era el país de la UE que más dinero destinaba a gasto militar antes de la
crisis, con una media superior al 4% del PIB.
Durante la burbuja, Atenas ni siquiera sabía cuántos
empleados tenía en nómina: los sindicatos estimaban unos 700.000, mientras el
Gobierno hablaba de 800.000; pero, sumando los contratos temporales, la cifra
superó el millón de personas en 2007, equivalente al 10% de la población y a
casi el 20% de la fuerza laboral del país.
Ganaban una media de 1.350 euros mensuales, superando el
sueldo medio existente en el sector privado. Pero lo relevante es que la
ganancia real de los empleados púbicos era muy superior: además de cobrar dos
pagas extra, recibían pluses y remuneraciones adicionales aduciendo todo tipo
de excusas, como llegar al trabajo en el horario previsto, presentarse
correctamente vestido, usar ordenador o hablar idiomas. Los guardas forestales,
por ejemplo, recibían un plus por trabajar al aire libre.
Sumando todas las extras, los funcionarios de Grecia
llegaron a ganar de media más de 70.000 euros al año frente a los 55.000 euros
de Alemania.
Asimismo, los funcionarios también disfrutaban de una pensión
vitalicia de 1.000 euros mensuales para las hijas solteras de empleados
fallecidos, entre otros muchos privilegios y prebendas.
Grecia tenía cuatro veces más profesores que Finlandia, el
país que mejor nota saca en el Informe PISA de calidad educativa, pero esa superpoblación
de docentes sólo le ha servido para estar entre los países europeos con peor
nivel en casi todas las pruebas de Enseñanza. Muchos griegos que envían a sus
hijos a las escuelas públicas tienen que contratar luego profesores
particulares de refuerzo.
Otro dato curioso es que su Sanidad pública era de las que
más invertía en suministros, superando la media de la UE, sin que los griegos
sufrieran más enfermedades que el resto de europeos. ¿Razón? Uno de los muchos
escándalos destapados durante estos años es que era tradición entre médicos y
enfermeras salir de los hospitales cargados con todo tipo de material higiénico
y sanitario...
Durante la burbuja, Atenas ni siquiera sabía cuántos
empleados tenía en nómina: los sindicatos estimaban unos 700.000, mientras el
Gobierno hablaba de 800.000; pero, sumando los contratos temporales, la cifra
superó el millón de personas en 2007, equivalente al 10% de la población y a
casi el 20% de la fuerza laboral del país.
Ganaban una media de 1.350 euros mensuales, superando el
sueldo medio existente en el sector privado. Pero lo relevante es que la
ganancia real de los empleados púbicos era muy superior: además de cobrar dos
pagas extra, recibían pluses y remuneraciones adicionales aduciendo todo tipo
de excusas, como llegar al trabajo en el horario previsto, presentarse
correctamente vestido, usar ordenador o hablar idiomas. Los guardas forestales,
por ejemplo, recibían un plus por trabajar al aire libre.
Sumando todas las extras, los funcionarios de Grecia
llegaron a ganar de media más de 70.000 euros al año frente a los 55.000 euros
de Alemania.
Asimismo, los funcionarios también disfrutaban de una pensión
vitalicia de 1.000 euros mensuales para las hijas solteras de empleados
fallecidos, entre otros muchos privilegios y prebendas.
Grecia tenía cuatro veces más profesores que Finlandia, el
país que mejor nota saca en el Informe PISA de calidad educativa, pero esa superpoblación
de docentes sólo le ha servido para estar entre los países europeos con peor
nivel en casi todas las pruebas de Enseñanza. Muchos griegos que envían a sus
hijos a las escuelas públicas tienen que contratar luego profesores
particulares de refuerzo.
Otro dato curioso es que su Sanidad pública era de las que
más invertía en suministros, superando la media de la UE, sin que los griegos
sufrieran más enfermedades que el resto de europeos. ¿Razón? Uno de los muchos
escándalos destapados durante estos años es que era tradición entre médicos y
enfermeras salir de los hospitales cargados con todo tipo de material higiénico
y sanitario...
Sin embargo, más allá del desproporcionado número de
funcionarios, sus suculentos sueldos o la grave ineficiencia de los servicios
públicos, el culmen del despilfarro era su sobredimensionada estructural
estatal a base de cientos de empresas, organismos y entidades inútiles. Basta
señalar algunos ejemplos para percatarse de dicho despropósito:
El sueldo medio en la Renfe griega llegó a superar los
70.000 euros al año, incluyendo las profesiones de baja cualificación. Sus
ingresos operativos apenas rondaban los 100 millones al año, mientras que sus
gastos alcanzaban los 700 millones.
"Hace veinte años, un próspero empresario llamado
Stefanos Manos, nombrado después ministro de Finanzas, señaló que sería más
barato meter a todos los pasajeros de los ferrocarriles griegos en taxis: sigue
siendo verdad", tal y como detalla Michael Lewis en su libro Boomerang:
Viajes al nuevo tercer mundo europeo, publicado por Deusto, en donde explica
buena parte de los desmanes helenos cometidos durante la burbuja.
El presupuesto del metro de Atenas rondaba los 500 millones
de euros al año, mientras que los ingresos en taquilla apenas alcanzaban los 90
millones.
Grecia también creó un comité para gestionar el Lago Kopais,
que se sigue presupuestando en las cuentas de la nación con miles de euros, a
pesar de que el lago se secó en 1930.
Tras el rescate de la troika, Atenas anunció la eliminación
o fusión de 75 organismos públicos en los que trabajan más de 7.000 personas y
que, anualmente, recibían 2.700 millones de euros en subvenciones (unos 386.000
euros por cada empleado).
Hasta el estallido de la crisis, los griegos se podían
jubilar con poco más de 61 años, cobrando casi el 96% de su sueldo, siendo uno
de los sistemas de pensiones públicas más generosos (e insostenibles) de la UE.
Pero es que, además, en Grecia existían cerca de 600
categorías laborales que, alegando motivos de salud, podían optar a la
jubilación anticipada, establecida en 50 años para las mujeres y 55 para los
hombres. Y entre estos últimos beneficiados había todo tipo de profesiones, desde
peluqueros hasta trompetistas, flautistas, cocineros, masajistas e incluso
presentadores de televisión, entre otros.
Precisamente por ello, los griegos disfrutaban de la mayor
esperanza de vida tras la jubilación, y no porque vivieran más, sino porque se
jubilaban mucho antes. En concreto, mientras la media de la OCDE es de 18,5
años tras el retiro (en España es de 17,9), los helenos gozaban de más de 24
años de plácida existencia tras la jubilación, a base, eso sí, de pedir
prestado un creciente volumen de dinero a los mercados en forma de deuda
pública.
Además, el control sobre la gestión de las pensiones era
inexistente. Durante la crisis, se han detectado miles de familias que cobraban
jubilación años después de que fallecieran sus titulares o prestaciones de
desempleo sin tener derecho a ello.
Grecia también destaca por liderar todos los indicadores de
evasión fiscal a nivel europeo. Antes de la crisis, uno de cada cuatro
trabajadores no pagaba nada en impuestos, de modo que las arcas públicas
dejaban de ingresar entre 15.000 y 20.000 millones de euros al año.
Además, los sobornos estaban a la orden del día. Algunos
estudios señalan que los griegos se gastaban unos 800 millones de euros al año
en mordidas para evitar el pago de multas o para que los funcionarios hicieran
la vista gorda, incluyendo los inspectores fiscales. Por poner tan sólo un
ejemplo, el Ministerio de Hacienda despidió hace escasos años a 70 funcionarios
con un patrimonio inmobiliario medio de 1,2 millones, cuando su sueldo no
superaba los 50.000 euros.
Otro dato llamativo es que la proporción de autónomos en
Grecia era también de las más altas de la UE, y no porque fueran especialmente
emprendedores, sino por la facilidad de ocultar ingresos al Fisco. Por si fuera
poco, en años electorales, como 2009, la recaudación bajaba de forma muy
sustancial (hasta el 30%), con independencia de cómo evolucionara el PIB, ya
que los políticos, sobre todo a nivel local, solían perdonar el pago de
impuestos como forma de comprar votos.
Como consecuencia, toda esta borrachera de gasto y
despilfarro estatal se financió emitiendo deuda. Grecia fue el país que más
recurrió a la deuda pública durante la época de burbuja y, por ello, su factura
anual en el pago de intereses superó, hasta el segundo rescate a Grecia, el 12%
de los ingresos públicos (en 2011, antes del rescate alcanzó, el 17%), mientras
que en Alemania dicha factura se ha mantenido estable en el 6% de todos los ingresos
públicos.
Aunque muchos dicen que es imposible, lo cierto es que,
según el Banco Central Europeo (BCE), Atenas posee una enorme cartera de
activos públicos, cuyo valor estimado asciende a 300.000 millones de euros,
incluyendo empresas, infraestructuras, acciones, participaciones, suelo y todo
tipo de bienes inmuebles. Además, Grecia también podría vender islas, playas,
oro y hasta monumentos si es necesario con tal de cumplir sus compromisos y
evitar el doloroso estigma de la quiebra y posible salida del euro.
Pero ni siquiera haría falta llegar tan lejos: si Atenas
redujera el peso del Estado a la mitad (unos 60.000 millones), con la
consiguiente privatización de pensiones, sanidad y educación, y vendiera el 50%
de sus activos públicos (otros 100.000 millones por lo bajo) su deuda quedaría
reducida al 70% del PIB; ello, unido a un compromiso serio de equilibrio
presupuestario (déficit cero) y a un ambicioso plan de reformas para
liberalizar la economía y bajar impuestos, permitiría reducir aún más su
endeudamiento a medio plazo por la vía del crecimiento económico. Grecia puede
pagar, lo que pasa es que no quiere y, por lo tanto, todo apunta a que no lo
hará.
Bruselas ha cometido errores, el mayor de ellos ha sido consintirle que esto llegara hasta este punto sin haber tomado medidas mas drásticas y haberse fiado de las cifras que las anunciaban la existencia de un gran agujero económico y social. Las crónicas de Irene Hernández Velasco revelan hasta qué punto el pueblo griego ha sufrido las medidas de austeridad. Pero como bien recordaba el escritor griego Petros Markaris, la responsabilidad de lo que le sucede a Grecia es, principalmente, de Grecia.
No fue Angela Merkel la que manipuló las cifras de déficit
para entrar en el euro. Ni la que creó en Atenas un modelo político corrupto y
clientelar. Tampoco la responsable de que un peluquero griego pudiera retirarse
a los 50 años con todos los beneficios, una de entre las 580 categorías
profesionales «de riesgo» que lo permitían. Que países como Alemania estén
también protegiendo sus intereses y los de sus bancos no contradice la certeza
de que, sin su asistencia, Grecia no estaría hoy al borde del precipicio, sino
cayendo en él.
Si Alexis Tsipras tuviera algo de dignidad política, ya hubiera
dimitido tras haber tenido que ofrecer un plan de ajuste en el que asume más
compromisos de los que le pedía Europa antes del corralito y el referéndum. El
primer ministro pidió el no para fortalecer su posición negociadora y logró
justo lo contrario, añadiendo penurias innecesarias a los griegos. Pero el
verdadero drama de países sin cultura de la responsabilidad es que están
condenados a repetir los errores del pasado. Porque, ¿qué razón tendrían para
hacer las cosas de otra manera si todo lo malo que les ocurre es culpa de
otros?
Fran Scapa Flow
ResponderEliminarLa "realidad" les reconduce por el camino correcto, siempre debió ser así,Tsipras ha sido más inteligente de lo habitual y "recula",existe un atisbo de posibilidad pero no está acabado todavia,me temo que el Eurogrupo esta vez, atarán muy bien todos los "cabos", para que el "dandy" no salga de nuevo por "peteneras".
rog
ResponderEliminarGrecia es el mejor ejemplo de la inutilidad e intrascendencia de PODEMOS-España-Kaputt
Solo la plena independencia permite al pueblo catalán tener la soberanía plena del nuevo estado catalán libre de todas las cargas con las que los clanes mafiosos españoles han hipotecado el futuro de las próximas veinte generaciones para enriquecerse a manos llenas.
Hay vida fuera de la UE/España/clanes mafiosos neoliberales. Y es mucho mejor.
juan carrasco
ResponderEliminarBancos griegos,14,000 empresas griegas se trasladaron a Bulgaria.Pais que registra un millon de turistas griegos,ademas por lo economico se desplazan para curas de dentistas y y cirugia plastica. De manera que el devaluado lev a pasado a ser moneda fuerte.
Jordi Évole
ResponderEliminarLo reconozco: yo también me creí lo del referéndum de Grecia... Lo de David contra Goliat y todo eso... No me llames iluso...
Jose Sanchez ·
ResponderEliminarMAL negociador el tsiripas este,...si quería acojonar de verdad a la union europea,...era con la salida no solo del euro sino de la comunidad europea ,....con éste tipo de pareja de mus, ni de coña